david chávez
Cheves y Shilospiu llegaron temprano hoy. Pasó por él. Su motocicleta seguía en el taller. La botella de mezcal sobre la última mesa camino a la oficina me dijo que David había estado bebiendo desde temprano. Puso puras de Sabina y Chavela. Uh, andamos mal. Así parece. ¿Estado? Estable, bajo control: esa es la primera. Entro. Nadie. Volvió a llamar. Aguanto la confesión sin darle la cara, enciendo un cigarrillo, me preparo para seguir escuchando. Dos semanas después volvió a llamar. Parece un juego. Veo la pared, puedo verlo en el reflejo de la fotografía en la que estamos todos, esa que nos tomaron hace casi un año. ¿Cómo te sientes? Bien, parece que bien. No quiero perder el control, tocayo. No tienes por qué perderlo. Ya estaba todo decidido, o ¿no? Sí, pero y si ella no se decidió se la cargó la chingada, si se arrepiente es tarde, también es tarde para ti. Sácala de una buena vez.
Me costó decírselo. Tenía un nudo en la garganta, también fui parte de eso, también me sentía un poco culpable por él. Tienes razón. Está bien, vas a estar bien. Trata de no caer en eso. Hay otras cosas por hacer. Te buscan. ¿A quién?, a la vez. El tipo de ayer. Deja, yo atiendo. Salgo de la oficina, saludo al conocido de Serrano. Es mucho más chico de lo que me había parecido anoche. Qué tal, no, no ha llegado. Disculpe, igual es un poco temprano. Tendría casi veinte años. Pelo castaño claro, muy claro, ojos pequeños y cafés, pestañas grandes. Era pecoso y tenía que alzar un poco la barbilla hundida al medio para lograr que su vista completara el metro sesenta y nueve de altura de mis ojos. Le faltaba un poco par ser corpulento, algo de grosor. Recién habría dejado la pubertad, tenía la respiración medialarga y tembloroso, rojizo, el pabellón de las orejas. Estaba muy nervioso.
Tiene sucia la nariz, le dije. Agradeció cubriéndose la cara con ambas manos, quitándose las lagañas como si lo hubiera despertado después de un largo sueño. Disculpe, acabo de. Sí, está bien... espero que se haya dado el jalón en otra parte. Oh, yo no importa; disculpe por interrumpirlo. Hablaba medio agringado, como recién traído del norte. Pocho. Un pequeño pocho. Lo que pasa es que ayer, bueno, la cosa se salió de control. Yo no quería, no quise, lo que pasó con la muchacha, es que ¿Habló de eso con Serrano? Sí, pero yo vine a, en realidad no quería propasarme ni faltarle al respeto y, bueno, ¿usted me entiende, no? Perfectamente. No se preocupe, ya Serrano nos explicó. Quería verlo para agradecerle. Bien, hágalo usted mismo. ¿Puedo esperar a que llegue? No tiene por qué, acaba de entrar.
La cara de susto se le barrió por completo. Una sonrisa le perló la boca, me miró y luego avanzó para encontrarse con Serrano. Regresé a la oficina. Muchas cruzó por mi hombro izquierdo, gracias saltó por sobre el derecho. Alcé la mano derecha y la agité un poco. Escuché que ambos se sentaron, comenzaron a hablar. Ya no los escuché más: Shilospiu puso más música.
David estaba en la barra. Sírveme uno. Llenó dos vasos con mezcal. Salud. Por la que va entrando, me dijo. Era Renata. Por la que va saliendo, le dije. Cerré los ojos y sentí cómo el mezcal reptaba ofídicamente hasta anidar en mi estómago. Abrí los ojos y sonreí.
concepción, chile. 24 de junio de 2010
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