murió. tenía 32 años con nosotros. Mis padres cuentan que
“Rocky”, un pastor alemán que murió también años atrás, por más que le gustaba
la vida, por más que le encantaba tomar el fresco en el pasillo de la casa, lo
atrapó en el patio. Nunca supe quién lo bautizó como “El Güero”. Venía con una
parvada de pericos que llegó a tomarse un descanso en el guayabo que crecía
atrás, en el patio de la casa.
Junto con otros, bajó a darse un baño, a beber un poco de
agua en el charco que se forma en una pequeña depresión en el tercer tramo del
minihuerto cuando el agua se derrama por horas. Ahí lo atrapó el perro.
Del escándalo, tuvo que salir mi padre a ver lo que pasaba y
rescató al perico. Vivió un tiempo con nosotros, y luego se mudó a casa de mi
abuela paterna, donde aprendió a hablar. Decía “güero” y otras palabras que
quedaron sepultas en mi infancia, como los trinos de los periquillos
australianos que ya no resuenan en ese pasillo.
Estaba en una jaula grande, junto a la pared, a la entrada
de la cocina, entre la cochera, la salita y el comedor. Le encantaba comer
cacahuates, bolillo, tostadas y fruta. Cuando nuestra abuela murió “El Güero”
se mudó a casa de una de mis tías. Ahí aprendió a decir “Socorro” –el nombre de
mi tía- y “cotorro”.
Pasó otra temporada allá, hasta que mi tío enfermó y el
perico regresó a nuestra casa, hace casi 8 años. Acá aprendió a imitar la risa
de mi hermano menor, la de mi madre, silbaba las canciones que mi padre cantaba
y armaba un revuelo cuando me escuchaba llegar. Nunca dejó que lo acariciara. De
todos en la casa, fui el único al que no se le subió al hombro. Supongo que así
se cobró tanta chingaderas que le hice cuando vivía con mi abuela y yo llegaba
a molestarlo, a probar su equilibrio moviéndole el palito que le servía de
sostén.
Lo voy a extrañar. El hueco que dejará su jaula, ubicada
precisamente en el pasillo de la casa, justo a la entrada de la cocina, mirando
hacia el comedor, va a ser difícil de llenar. O quizá sea irremplazable. Por más
suspiros y miradas que le dediquemos a ese espacio reemplazaremos su compañía. Porque
hay mascotas que siempre van a
estar ahí, revoloteando en nuestros recuerdos, ladrándonos en el corazón. Vuela
lejos, "Güero".
2 comentarios:
;___; Qué bonito.
que pena. De seguro le será fácil seguir hablando con Darwin.
Publicar un comentario