david chávez
Mientras el bar se queda relativamente vacío (ya rato el calor insoportable se había marchado en compañía de un par de clientes) Renata sale a fumarse un cigarro. La hora del break, le comento mientras enciendo el mío. Sonríe y con el humo se va la sonrisa. Sorbe un moco y carraspea. Suspira. La miro. Me mira. ¿Qué me ves, güey: nunca has visto a alguien llorar? Sonrío. Miro el espejo que cuelga detrás de Renata y que muestra el nudo del pañuelo con el que cubre su cabello para evitar responderle. Sí, he visto a muchas mujeres llorar. ¿Y entonces, qué tiene de entretenido verme? Nada. Tienes la nariz roja. Sorbe y de un jalón arrastra el moquerío que escupe hacia el pasto que circunda el lugar. Pinche puerca. Exhalo el humo. Pendejo, ni que nunca hubieras hecho lo mismo. ¿Estás bien? Otro cabrón. ¿Qué, yo qué hice? Renata me acaba de decir que no hay nada que ver. David, el gerente, enciende un cigarrillo mientras ella sorbe de nuevo. Pinche puerca, escupe eso. Se te está escurriendo el cerebro, no mames. Renata ríe. Yo sonrío. David le acomoda el mechón que cae sobre su cara. ¿Fue otra vez ese cabrón? No, son otros pedos. ¿Segura? Ella asiente mientras limpia sus ojos enrojecidos, se acomoda el mandil y el cinturón y arroja el cigarrillo cerca del final al pasto. Tengo dos meses sin verlo.
Silenciosonriente.
Pásale una lista a Shilospiu. Es miércoles alterno de grandes bandas, pon algunas llegadoras. Termínate esa botella de mezcal y diles a todos que se queden al final. Avísale a Serrano, para que no los esté esperando afuera. Hoy cenan acá. Tocayo, organízate eso con cocina, porfa. Asiento. Renata entra. David y yo seguimos fumando. A veces, me dice, no terminas de darte cuenta de dónde vienen los chingadazos. "Hay golpes en la vida, yo no sé...", dice. Si alguien escribiera sobre nosotros me gustaría que anotara lo que estoy pensando. ¿Y qué es?, pregunto. Una frase. Una frase sobre internet. Hace rato estaba bajando Third, de Portishead. Oyendo ese disco la conociste, ¿no? Sí. Estaba conectado en Facebook y una ex censuró algunos comentarios. Digo, es mi amiga y todo pero como que me molesta estar y que ella no esté, ¿me entiendes? Algo. La borré del Facebook. Algo natural. Puede ser. Luego subí unas fotos donde aparece, obviamente no la etiqueté. ¿Venganza? No, la verdad es que quiero hacer espacio en el disco duro. La quiero mucho pero ni ella me ha pedido esas fotos ni yo las frecuento para verlas. Subirlas fue como tener un respaldo. Eso pienso. Entonces mientras pendejeaba, mientras veía los comentarios pensé qué tanto dependo de esa página. La red, la web, esas madres. A veces uno se la pasa yendo de blog en blog, de página en página, de twit en twit, de mensaje en mensaje como si buscara alguien con quien conversar. ¿Y la gente real?, alcanzo a preguntar mientras exhalo el humo del cigarrillo que se acaba rápidamente. Es gente real, güey, pero conectada, virtualizando la relación. No pueden estar aquí, ahora, pero lo estarán al rato, cuando salgan del trabajo, cuando vengan al bar, cuando hablemos, brindemos.
Exhaló el humo, tiró el cigarrillo y lo apagó pisándolo. Vamos adentro, me dijo. Luego vienes y le das una barrida a eso y apuntó con el índice a la colilla. Eres un culero. Soy el dueñogerente, dijo, y sonrió como yo sonreí después de mentarle su madre cuasilenciosamente.
concepción, chile. 2 de junio de 2010
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