martes, julio 19, 2005

Mi tu nombre es lo de menos

david chávez

Te pusieron de nuevo esa gorrita con dos peces estampados posiblemente y yo estaré muy lejos, recordando tus ojos negros. Te vistieron de nuevo con ese overol que huele talco y a la vez a mierda, que termina en short y es de mezclilla. Yo estaré comiendo o dormido en mi casa mientras tu madre te cambiará el pañal; cubrieron tus pies con los mismos calcetines pequeños y te calzaron los huaraches y yo te recuerdo tu risa sin dientes, tu nariz pequeña untada a tu cara redonda y pequeña.
Después que tu madre se levante de ese asiento, te abrace y le diga a tu hermana mayor que es hora, que deben bajar del camión, yo me quedaré pensándote; te seguiré con la mirada hasta que te pierdas de vista y tu recuerdo estará en mi mente y esa gorra, tus ojos negros, redondos, chispeantes, sin malicia y llenos de sinceridad; tu overol de mezclilla, tu pequeño overol. Estaré pensando en los calcetines y los huaraches creyendo que tal vez tú, en tu virgen memoria, recordarás esta escena.
Estaré pensando que podrás pensarme como yo a ti en este momento. Es posible que no me olvides pensado en ti. Cuando escribo esto tú puedes pensar en mí todavía, en que tengo tu imagen y vuelve a tu mente mi imagen, mis ojos grandes y cafés, mi pelo largo, mi nariz grande, mis brazos escasos de vellos, cargando una mochila. Yo escribo que te recuerdo y que tú tratas de rehacer el encuentro: estás intentando describirme.
No lo harás porque en tu vocabulario no existen palabras suficientes para hacerlo, porque no me conoces e ignoras el trabajo, el sufrimiento y la dicha que me cuesta, que me tiene, que tuvo que pasar para que otros supieran de ti, para que sepan la forma en que nos conocimos y la manera en que te recuerdo; porque sólo hasta que crezcas, hasta que hallas vivido y te hallas apasionado por lo mismo que yo, comprenderás que es difícil describir un encuentro contigo, con un nene de recién comenzados uno o dos años de vida.
Y tal vez subas de nuevo al mismo camión y ya tendrás hijos que se parezcan a ti. A uno de ellos alguien como yo se le quedará mirando. Tú podrías haber vivido lo mismo que yo y entonces sabrás que debes dejar constancia de ese encuentro entre tu hijo y el extraño. Escribirás como ahora lo hago sobre ese asunto. Sólo te pido, te suplico que no lo firmes: tal vez cuando eso pase yo ya estaré muerto o te habré olvidado. Mi tu nombres es lo de menos, lo que importa es que nos vimos.