martes, julio 05, 2011

el_hombre_que_aprendió_a_hablar.mario_benedetti.mi_perro_raimundo.david_chávez.wiki.htm9

el_hombre_que_aprendió_a_hablar.mario_benedetti.mi_perro_raimundo.david_chávez.wiki.htm9


(wikihomenaje, wikitributo, wikiversión a Mario Benedetti)

Luego de arduos, largos, pragmáticos años de enseñanza en que estuve a punto de desistir, Raimundo aprendió a hablar. No a imitar sonidos, como suelen hacer los bebés –y hay algunos chistosos que les celebran trompetillas y balbuceos-, sino verdaderamente a hablar. Se me quedaba viendo todos los días con esos ojos tristes, tristísimos y desde cachorro evitaba ladrar si no era estrictamente necesario. Sólo lloriqueaba hasta el cansancio y había que ir a verlo.
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"La verdad es que ladro por no llorar", me dijo la primera vez. No le creí. Yo sigo pensando que verdaderamente es un humano atrapado en el cuerpo de un perro y quería comunicarse con el resto de los de su especie. Por eso se volvió loco de alegría cuando logró decir “Hola, Leonardo, ¿cómo has estado” de un tirón, clarito, como si nunca hubiera ladrado, y (algo más extraordinario aún) él comprendió cuando le dije “Hubiera jurado que nunca llegaría este día”. “Yo también”, me dijo.
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A partir de ese día Raimundo y yo caminábamos hasta el parque, por lo general antes del atardecer, después de la comida, y dialogábamos sobre temas generales. A pesar de ser perro, nunca había imaginado que Raimundo tuviera una tan sagaz visión del mundo. Una tarde, mientras me pedía sonrojadísimo que le ayudara a buscar un sitio adecuado y algo de papel para cagar, se animó a preguntarme con una pronunciación impecable: "Dime, Leo, con toda franqueza: ¿qué opinas de mi forma de hablar?". Yo le respondí escueto y sincero, mientras le pasaba unos cuantos pañuelos desechables y le daba la espalda para ocultarlo del guardia forestal que pasaba metros adelante, saludando: "Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando hablas todavía se te nota cierto acento canino”.