viernes, julio 30, 2010

deivis&cheves epílogo

david chávez


¿Y ahora? No lo sé, me dice Cheves. ¿Por qué no vamos a la playa?, dice Renata. No es mala idea. Bil y Serrano la apoyan. PAsamos por Damiana. Estamos todos de acuerdo. ¿Invitarás a Sara?, le pregunto. No lo sé. Te dije que ahora sé lo que no quiero y precisamente no quiero seguir esperando. ¿Y si ella te llama? Su celular timbra. Me mira. Me encojo de hombros. Sí, estamos bien. Te llamo más tarde. Mi papá. Oquei, le digo. ¿Y tú?, pregunta. ¿Yo qué?, digo. Supongo que has escrito todo. Sí. ¿Se escribe como se vive o se vive como se escribe? YO qué sé, yo sólo escribo.

¿Qué final le vas a dar?, pregunta Renata. No lo sé. Tal vez que ustedes son yo y que yo soy ustedes o que Sara y Cheves regresan o que él la manda al carajo o que cerramos el bar y nos largamos todos de viaje. Escribe que nos irá bien, me dice. ¿Por qué?, pregunto. No lo sé: la palabra escrita tarda más en llevársela el viento... o el tiempo. Cheves, Bil y Serrano se acercan. Entonces qué, tocayo: ¿brindamos? ¿Por qué no?, respondo. Sonrío. Salud, les digo. Chocamos los vasos.

Concepción, Chile. 30 de julio de 2010

jueves, julio 29, 2010

deivis&cheves 38 final

David Chávez


Sara y Cheves salen de la oficina en silencio. Caminan hacia la terraza. Nos reunimos ahí. Escuchó poco, me dice Cheves. SAca un cigarrillo, nos ofrece la cajetilla, Sara y yo tomamos uno cada quien, encendido por Cheves. No escuché mucho, regresaré y veré qué más consigo averiguar, dice ella. Camina de vuelta a la mesa y de camino se encuentra con Moz. Ese cabrón me saca de onda, dice. No veo por qué. Parece que Sara y tú siguen igual de enamorados. No es lo mismo, dice. No es lo mismo, repite.

Suenan los acordes de una guitarra. Shilospiu sonríe. Bil y Serrano beben en la barra mientras Renata sale del cuartito del amor. Pixies, este cabrón puso a Pixies. ¿Qué tiene de malo?, pregunto. Lo miro, me fulmina con su mirada. Oquei, entiendo. With the feet in the air and your head in the ground you try this trick and spin it, yeah. Digamos que ahora sé lo que no quiero, dice. Suena el celular de Cheves. ¿Estás segura? Sí, ahora mismo les digo. ¿Avisaste a la policía? Perfecto. No, tranquila, no va a pasar nada.

Moz y Sara entran a los baños. Uno, dos, cuatro, seis tipos encapuchados entran. La gente grita. Tranquilos, por favor dejen sus celulares en la mesa, comenzando por usted, señora, le dicen a una mujer. Seis, revisa ese cuarto, dice el que parece el líder refiriéndose al cuartito del amor. Dos, ve a la cocina: quiero ver todos los celulares sobre las mesas. Todo listo, dice, regresando. Oquei, ahora al suelo, dice el líder.

Dénme sus celulares, nos dice un tipo armado a nuestras espaldas. Le damos los aparatos. ¿Hay alguien ahí? No, es la oficina y la bodega, digo. Tres, grita al que parece ser el líder, ok, Uno te cubre. El tipo al que se refieren nos encañona. El otro revisa la oficina y la bodega. Nadie intente nada, dicen. Todo bien, le dice al líder. Regresa a donde estamos. Avancen, nos dice. Caminamos hasta el baño, adentro, nos dice. Sara grita. No les haremos nada si cooperan. Tú, le dicen a Moz, ven con nosotros. Pueden usar sus teléfonos dentro de diez minutos, dicen. Encapuchan a Moz. Disculpen las molestias, son ustedes muy amables, dice. Salen, se lo llevan. Se escucha un chillido de llantas.

¿where is my mind?

Nos quedamos como si un terremoto hubiera sacudido el lugar. Acá, ayuda, grita un tipo. Hay un par de señoras histéricas, otro tipo más se desmayó. ¿Where is my mind? ¿Quién chingados eran esos?, pregunta Cheves. ¿Están todos bien?, pregunto. Bil, Serrano, ¿todos bien? Asienten moviendo la cabeza. Se sirven un par de tragos. Suenan varias sirenas y un crash a lo lejos. Luego disparos. Ovalle, el gobernador y Pedro llaman por teléfono. ¿Papá, estás bien? Sí, tranquilo. ¿Cómo está Sara? Estoy bien, dice ella, alisándose la ropa. Bil y Serrano corren a la calle.

Varios policías llegan. Un par de paramédicos entra a atender a la gente, otros se retiran, asustados. Los pocos que quedan beben tragos fuertes en la barra. I was swimming in the Caribbean. Bil, Serrano y Damiana entran al bar. Cheves, Renata y yo corremos hacia ellos. ¿Te pasó algo, estás bien? No mames, Cheves: la próxima vez tú los vas a detener. Sonreímos. Abrazo a Damiana. Te luciste, güey. Hey, ¿puede revisarla por favor?, le digo a un paramédico. Acaba de chocar. ¿Fuiste tú, Damiana?, pregunta Sara, sorprendida. Sí, había que detenerlos. Sólo atravesé el auto, quedó hecho mierda del frente, pero se detuvieron. Bajaron. Me hice la desmayada. Me duele el cuello, lo siento caliente, dice. El paramédico le coloca un collarín, la recuesta en una camilla dura y la sujeta. Se echaron a correr pero ya la policía los estaba esperando. Dispararon. Bil y Serrano llegaron por mí y me trajeron para acá.

Pedro, Ovalle y el gobernador se acercan. Muchacha cabrona, le dice don Benjamín. Te pudieron matar. Bueno, ahora les toca a ustedes, le responde. Tome, investigue qué agentes no vinieron. Serrano le extiende el celular al gobernador. Sirve que hace una pequeña limpia. Bil sonríe. Pensamos que Toño quería la zona, pero a él no le interesa, me lo dijo antes de irse a Estados Unidos, comenta Cheves.

¿Qué chingados hicieron?, pregunta intrigado Ovalle. Panóptico, contesto mientras saco un cigarrillo. Más patrullas inundan la zona, un par de balazos más suena. La luz de las torretas hace que desconozca el bar, como si fuera otra la iluminación, como si todos nosotros fueramos otros. Animals were hiding behind the rocks except the littel fish. Lo idearon las chicas. Todos vigilan a todos, dice Renata, le guiña un ojo a Sara, saca un cigarrillo, lo enciende y simulando una pistola hace como si le disparara.

En realidad, así funcionaba en Cancún, comenta Shilospiu. Todos los bares eran como uno solo. Cada uno de nosotros sabía lo que pasaba en los otros bares, quién podía entrar, quién no, quién causaba problemas, quién trabajaba para quién, qué quería cada cliente. Dónde, cómo, quién, a qué hora. Ya los atrapamos, dice un policía.

Todos cuidando de todos. El comandante Calixto, presenta Renata. El tipo saluda. Lo conozco, dice el gobernador. ¿Cómo está? Vengo a informarle: un policía fue herido, hay dos tipos muertos y el resto están heridos por el choque. Acá no se reportan más que casos de histeria y pánico, todo lo demás normal. Bien, espero el informe. Con permiso, dice, y se va.

El cabrón de Bil se sacó eso del panóptico: algo que había leído hace poco: un lugar donde todos veían a todos. El hecho de venir sin guardaespaldas prueba que no es gente de Toño. ¿Cómo lo saben? Way out in the water, see it swimmin'? Ni él ni su gente sabían que ustedes estaban sin guardaespaldas. Algo arriesgado, comenta Serrano, que se incorpora al grupo. Suena el celular de Renata. Sí, todo bien, tranquila. Te llamo luego, no no vengas. Cuelga. Mi tía: dice que están dando la noticia del tiroteo por las noticias. Me abraza. Cheves y Sara nos miran, luego se miran entre ellos. Esconden la mirada después.¿Y cómo fue que?, pregunta Ovalle. ¿Que los atrapamos? La gente los detuvo. Panópticamente, dice Bil, y sonríe. Try this trick and spin, yeah!

La zona es segura porque todos nos conocemos. Cada negocio, cada empleado. De a poco comienzan a entender. Además, si me perdonan, ustedes sirven más vivos que muertos, dice Cheves. Your head will collapse if there's nothing in it. Por eso la inversión. Bueno, el bar está funcionando, que es lo que cuenta, dice Sara. Se hace un silencio incómodo. Hablaremos después, dice Ovalle.

Por cierto… ese chico, al que se llevaron, venían por usted, responde Bil a la pregunta de Ovalle. Es una suerte que sean tan parecidos. Sí, así veo. A Ovalle no le cae bien la broma. Se despide de Pedro. Moz llegará más tarde, lo están revisando los paramédicos. Yo también me retiro, entonces, dice el gobernador. Ovalle se va. Me quedo, dice Pedro.

And you'll ask yourself where is my mind?



Concepción, Chile. 29/30 de julio de 2010

miércoles, julio 28, 2010

deivis&cheves 37

david chávez


Hay veces en que es mejor hacer lo que tienes que hacer, lo poco que sabes hacer. Lo único que sabes hacer. Ovalle y Pedro se levantan y van hacia la mesa en que don Benjamín y el gobernado platican, se saludan, se sientan, continúan platicando. Esto es raro, muy raro, me dice Bil. ¿Por qué? No hay guardaespaldas, dice. No creo que los necesiten, digo. Aquí hay gato encerrado, David, te lo digo yo. Será. Sé de alguien que sí necesitará guardaespaldas. Bil se vuelve. La miramos entrar por la puerta principal, deslumbrante. ¿Quién es ella? Sara, digo. En un instante Cheves me mira, mantiene su vista y yo alzo las cejas. Él me interroga con la mirada, le indico que se dé la vuelta, está a punto de colgar, baja su brazo, el celular, gira y antes que logre voltear ella le cubre los ojos con las manos.

Ya valió madre, digo. Tiro lo que queda del cigarrillo y entro a saludar. La famosa Sara, escucho a mis espaldas. Bil termina su cigarrillo y vuelve a la cocina. ¡Hey, David, los dos, qué gusto verlos! Igual, digo, al tiempo que saludo. ¿Cómo estás? Mírala, cómo va a estar, dice Cheves. Un raro fulgor tiene en los ojos, como si estuviera mil veces a la defensiva. Algo raro en él. Vaya, tienen bar lleno. Así es. Oh, este es Moz. Un tipo alto, mucho más alto que Cheves, parecido en extremo a Ovalle -ojos verdes, pelo ensortijado, rubio, tez morenaextiende su mano derecha, casi tritura la mía y pone la sonrisa más imbécil que he visto en mi vida. Me habían hablado mucho del bar, sólo que no había tenido tiempo, hasta ahora, para darme una vuelta, le explica a Cheves con su voz tan alta como para que yo también logre enterarme mientras acompaño a Moz. No te preocupes, les encontraremos un lugar. Esperen acá. Es la mesa de amigos. ¿Qué tiene de malo esta? Está reservada. Cheves y yo nos miramos: Bil acaba de salvar a David.

Discúlpennos. Apenas avanzamos él y yo cuando Sara ¡oye, allá está tu papá! Voy a saludarlo mientras encuentras mesa. Ninguno logra evitar que Sara interrumpa la charla entre Ovalle, Pedro, el gobernador y don Benjamín. Claro que me acuerdo de ti, mi niña, le dice y la presenta al resto de la mesa: los tres la miran como lobos al cordero. Son unos perros, ¿y tú no?, le digo a Cheves. Olvídalo. Necesitamos saber de qué putas hablan esos cuatro. Algo va mal, algo me dice que nos va a cargar la chingada y que no tenemos ni puta idea de cómo será. Tranquilízate. ¿A quién le llamas? Espera. Presiono el botón, la llamada se enlaza. Sara se disculpa, da un paso al costado, hurga en su bolso y saca su celular. Ingéniatelas, pero tenemos que saber de qué chingados están hablando en esa mesa. ¿David? Me mira, interrogante, no entiende nada. Urge. Está bien, responde. Cuelga. Camino casi arrastrando a Cheves a la oficina. De camino le digo a Renata dale algo al tipo ese, Moz, se llama. Ubícalo en alguna mesa: Sara se va a tardar. ¿Sara está acá? Hablando con don Benjamín. Pone cara de Mierda, esto no me lo pierdo por nada, y sale casi corriendo a la barra. La famosa Sara, dice Bil.

Cierro la puerta. Eres un cabrón. Espera. ¡No espero una chingada! ¡Tú sabías, tú tienes el número de Sara y me lo estuviste ocultando todo el tiempo! Mejor te lo digo de una vez. Llamo nuevamente, ven un poco, hay que aclarar las cosas. Cuelgo. Shhh, cierra los ojos. Cheves obedece, escucha cómo se abre la puerta de la oficina, escucha entrar de nuevo un poco de silencio cuando se cierra y repite eres un cabrón, son un par de cabrones, recabronsísimos cuando escucha la voz de Renata contarle lo nuestro. Y me lo negaste, me dice, abriendo los ojos. Sonríe. Renata se carcajea, ¿qué, pendejo: pensaste que David y Sara?, jajajajea y me abraza. Estás sudando, pinche Cheves. Y no es para menos. Falta saber quién es ese cabrón. Salen juntos, nada serio, no tiene planes de formalizar nada, no te preocupes, le contesta Damiana. Le pregunté, dice, antes que Cheves se lo pregunte. Mi celular suena. En el baño, dile a Cheves. Tienes que ir, le digo mientras cuelgo. ¿Dónde? Los baños. Ten cuidado, actúa natural. Asiente con la cabeza mientras sale. Un poco de música se cuela a la oficina.

Me preocupa que alguien venga y pase algo, me dice Damiana mientras enciende un cigarrillo y levanta el auricular del teléfono. ¿Algo como una balacera, que arrojen una granada y muramos todos? Ajá, dice. Pulsa los botones. También me preocupa Cheves. Estará bien. ¿Tú crees?, dice. La última vez ella lo hizo mierda. Tardó dos años en recuperarse y no lo veo del todo repuesto, agrega, hola, ¿cómo sigues? Sí, todo bien. Me levanto y enciendo un cigarrillo. Me siento en el escritorio y espero a que termine de hablar. Cuelga, me besa en la mejilla. Está mejor, me dice. Todos vinieron sin guardaespaldas. Por eso me preocupa. No pasa nada. Eso espero. Cheves entra, Sara lo sigue. Parece que ya sé lo que se traen. Sara sonríe, hola, dice, y saluda a Damiana. Vaya, parece que quien estuvo ausente fui yo, dice Cheves, molesto. Vete a la mierda, Sara le pinta un dedo, enciende un cigarrillo. Don Benjamín me comentó algo. Damiana pliega sus labios hacia dentro de su boca, ocultándolos, mientras alza las cejas, me mira y mueve los ojos en dirección a la puerta. Ustedes tienen que hablar, digo. Yep, Damiana se levanta. Cheves protesta, Sara igual y salimos. Los dejamos adentro. Damiana cierra con llave, da una vuelta, regresa la llave a su posición original. ¿No pensabas encerrarlos?, le pregunto. Ni siquiera se darán cuenta de que no tiene llave, dice. Ven, vamos a trabajar, me dice, y me agarra una nalga. Me sonrojo.

Concepción, Chile. 28 de julio de 2010.

martes, julio 27, 2010

david&cheves 36 bis

david chávez




A veces me pregunto qué se necesita para que la gente despierte. O a lo mejor está despierta y prefiere ignorar su realidad. A veces me pregunto también quién putas puede dormir con varias muertes en su conciencia, quién putas duerme tranquilamente matando a tanta gente de hambre. A veces me pregunto por qué putas me pregunto todo esto, si no hay nada que uno pueda hacer. A veces me encuentro con gente que se pregunta lo mismo.

A veces me da por intentar no pensar en nada. Salir, venir al bar, o quedarme en casa, cocinar, llamarle a Renata o a Serrano o a Cheves, a cualquier amigo para platicar, conversar. A veces ellos, ellas lo hacen. A veces prefiero no salir, quedarme aquí, fumándome un cigarrillo, pensando en cualquier cosa. Pienso en todo eso, en todo esto mientras miro a mis amigos celebrar el cumpleaños de Volpi. Pienso en todo esto mientras observo a Renata. A veces, me digo, hay que disfrutar de lo que se piensa, del momento de pensar, y a veces no pensar cuando se disfruta. Bil se acerca. Saca un cigarrillo, comienza a fumar. Ninguno de nosotros dice nada, ambos pensamos. Me mira, lo miro, ambos miramos hacia la mesa donde están don Benjamín y el gobernador, luego a la mesa en la que Pedro y Ovalle brindan mientras Cheves habla por su celular. Hay veces en que es mejor disfrutar el silencio y no ponerse a explicarse las cosas...


Concepción, Chile. 27 de julio de 2010

lunes, julio 26, 2010

deivis&cheves 36

david chávez


a Óscar "Volpi" Chapula.


Hoy, pese a que es lunes, el bar luce con menos gente. Habrá corrido ya la voz, supongo, sobre lo que pasó el miércoles. Damiana está mejor y Serrano sólo necesitó un par de puntos, por eso sólo él regresó hoy a trabajar. Suena mi celular, contesto: es Llanes. Cabrón, al rato caemos por allá para celebrar el cumpleaños de Volpi. Bien, respondo. Acálos espero. Güey, el gobernador viene otra vez, me dice Cheves. Que venga, siempre y cuando pague lo que consuma, le digo. Ja, sonríe, enciende un cigarrillo y me ofrece otro, lo tomo, lo enciendo, fumamos. Serrano me dijo que su amigo, el que hizo la escena hace un par de semanas acá, le ofreció dar con no necesitamos eso, me dice Cheves. Lo sé. Lo mismo le he dicho. ¿Y él? Dijo lo mismo.

Una comitiva precede al gobernador. ¿Por qué si sabe lo que pasó el miércoles viene de nuevo para acá?, pregunta Cheves. Recuerda que esta zona está dentro de su plan de activación turística, como dijo el secretario federal, le digo. Ahora vendrá solo. Vamos. Entramos para recibirlo. Todos estamos en la puerta, lo saludamos. Se muestra afectuoso con Serrano. Lo acompañamos a la mesa, nos encargaremos de atenderlo entre todo. GRacias, dice, y agrega que esperará a un par de amigos suyos. Suena el celular de Cheves, suena el teléfono en la oficina. Cheves se encamina hacia allá no sin antes hacerme una seña para que lo acompañe. Entramos, contesto, es don Benjamín. Lo corrijo -pensó que yo era Cheves- y le digo que está ocupado.

No importa, era para avisarle y tú podrás decírselo mejor que nadie: voy para allá, tengo cita con el gobernador. De-de-de acuerdo, tartamudeo. Tranquilo, muchacho, que no pasa nada. EStá bien, yo le diré. Por favor, trata de que no se enfade, es una reunión de trabajo. Me pidió que le sugiriera un lugar tranquilo para hablar y le hablé del bar. Pero sí, lo sé: balearon a un tipo a una cuadra de distancia, el mismo imbécil que antes intentó navajear a Serrano y que golpeó a Damiana, pero escucha: si de veras quieren que los dejen en paz no queda de otra más que invertir y ni ustedes ni los vecinos tienen esa cantidad. Nada es gratuito, claro, y por eso es que estuvo ahí el secretario federal de turismo. El gobernador tiene una propuesta, yo tengo otra, veremos cuál nos beneficia a todos al final.

Don Benjamín, sepa que también me incumbe este asunto y lo sé, lo sé, a todos ustedes les incumbe y no tienen la culpa de haber abierto el bar en ese lugar sin saber lo que pasaría después, así que tranquilo. Pero creo que al menos Cheves debe estar enterado, sí, y tú te encargarás de eso, te veo en unos minutos. Cuelga mientras Cheves hace lo mismo con su celular. ¿Y?, me pregunta, tú primero, le digo. Sara: quizá se dé una vuelta por acá mañana. Suspiro, un poco aliviado. Voy a comenzar a hablar cuando suena nuevamente el celular de Cheves. Permítele, dice. Contesta, saca un cigarrillo, lo enciende y se sienta en el escritorio. Yo hago lo propio enla silla. Fumamos. Oquei, mejórate y descansa. No es necesario preguntarlo: se trata de Damiana.

Cuelga. Era tu papá, me dijo que viene en camino, le explico a Cheves. El viejo, sólo por joder, dice. Dijo que tiene una cita de negocios con el gobernador. No me chingues, sólo eso nos faltaba: que el viejo entre a negociar nuestro pinche futuro. Mientras se lleva las manos al cabello y mira intensamente al techo de la oficina le explico. Terminamos de fumar en silencio. Espero que el viejo tenga idea de lo que hace, estos cabrones no negocian. Quien quiera que se haya ofrecido como aval será dueño de la zona. Me late que fue Ovalle. Quién sabe, le contesto.

Salimos. Vamos por un trago, me dice. Camino a la barra nos detenemos, fríos, literalmente pendejos, de una sola pieza: Pedro acaba de entrar al bar, nos saluda con la mano en alto. ¿Qué putas hace este cabrón aquí?, pregunto. Vamos a averiguarlo. Caminamos hasta encontrarlo. Pedro sonríe, Cheves intenta hacerlo, yo estoy prácticamente emputado. ¿Qué putas haces acá?, le digo. Vengan, vamos a la terraza. Pedro recorre el bar con la vista, rápidamente. Se ha dado cuenta de que el gobernador está en el lugar. Al llegar a la terraza pide a sus guardaespaldas que nos dejen solos. Oye, no es lo que piensas, de verdad, me dice. No tenía ni puta idea de que el gobernador andaba por acá. Y mucho menos que tu viejo venía. ¿Qué?, ahí, mira, va llegando. Los tres miramos a la puerta. Don Benjamín entra.

Él tiene cita con el gobernador, le dice Cheves. Entonces, le contesta Pedro palmeando la espalda de Cheves, haz de cuenta que yo no estoy aquí. ¿Quién es el aval, Ovalle comprará la zona?, le pregunto. NAda, Ovalle tampoco quiere meterse en esto, responde. No te creo, agrega Cheves. Entonces pregúntaselo tú mismo: me acaba de llamar, viene para acá. Mis amigos entran, me buscan con la vista. No puedo creerlo.

Concepción, Chile. 26 de julio de 2010

viernes, julio 23, 2010

deivis&cheves 35

david chávez


Comienzo a leer en voz alta cuando Cheves entra: "El hombre de la calle está cansado y asustado, y un hombre cansado y asustado no puede darse el lujo de tener ideales, tene que alimentar a su familia. En nuestra época hemos visto una escandalosa degeneración de la moral pública y privada. No puede pedírsele calidad moral a un pueblo cuya calidad de vida se deteriora. La calidad es incompatible con la producción masiva. El artículo de calidad es indeseable, porque es duradero. En su lugar se instituye la moda, que ees una estafa comercial cuiyo fin es producir un desus artificial. La producción comercial no podría vender sus productos el año que viene si los de este año no quedara fuera de moda". ¿Chandler?, pregunta. Sí. ¿Qué putas pasa que todo el mundo está leyendo a Chandler? No sé, pero intuyo que quizá esto vieron en clase tanto Serrano como Shilospiu.

Entiendo. Renata entra. Me levanto, la abrazo. Sonríe. ¿Qué traen? Damiana entra. Me cago de risa. Hola Pinocha. No te rías, cabrón. Lo siento, no lo puedo evitar. Sigo riéndome mientras camino hacia ella para saludarla. Una bofetada corta mi cómo est, risas de todos. No güey, no me abraces tan fuerte, me duele, perdón perdón, es cierto ¿todo bien? Sí, afortunadamente sólo fue el golpe en la nariz, ni un hueso roto. Serrano está bien, sí lo acabo de ver. Y bueno, ¿qué sigue ahora? Es obvio que ya comenzaron, inicia Cheves. Asentimos. Suena el teléfono. Renata contesta. Es para ti, le dice a Damiana. El resto salimos de la oficina. Llamó Pedro, supo lo que había pasado. Dice que es gente de Toño. Pero Toño dijo que sí sí sí pero se les acabó la paciencia. Ahora ven como un filón esta zona. Pedro también dijo que Ovalle quería venirse a vivr para acá. No lo sé. No hay nada seguro. Si Ovalle llega, es posible que hable con nosotros, que intente comprarnos, que nos ofrezca protección, que seamos sus criados. Ni madres, responde Renata. NAdie quiere eso.

Era tu papá, es un encanto, llamó para preguntar cómo estoy y cómo está Serrano. Así es el viejo. Damiana abraza a Cheves. Shilospiu, Bil y Serrano se acercan. CReo que tenemos que hablar. Todos asentimos. Nos quedamos a cenar. ¿Alguien tiene planes?, pregunta. Todos negamos. ¡Pero hablen, carajo! ¿No me diga que estos cabrones ya los intimidaron? Reímos. No, no, para nada, no, yo ya vi que aguanto bien los madrazos, lo mío fue una cortadita. Reímos. Entonces, a darle. Cheves suspira. ¿Qué pasa?, preguntamos Renata y yo. ¿Sara?, pregunto. Asiente. Bueno, no está del todo mal, ¿o sí? pregunta Renata. No lo sé, dice. ¿Hablaron? Sí, anoche, un poco. ¿Eso es lo que quieres? Tal vez sí, es algo que no puedo explicarme. ¿Qué cosa? Varias. Se interesa, no se interesa, llama o no, está o no está, viene, se queda o se va. ¿Por qué hacen eso? No lo sé, responde. Difícil saberlo, tocayo: relájate, digo, en la medida de lo posible.

Bien. ¿Y ustedes? Renata y yo nos separamos rápidamente. Ella está roja de vergüenza. N-n-nada, dice. Pues a chambear, pásenme una zona. Ayúdale a Damiana, le digo. Renata se va. Cabrón, le digo. ¿Yo qué?, contesta. Reímos. Damiana piensa que seguimso burlándonos de ella, nos pinta un dedo y sonríe. Pinocha, te pasaste, dice Cheves, y le contesta mostrándole la lengua.

Concepción, Chile. 23 de julio de 2010

jueves, julio 22, 2010

deivis&cheves 34 bis

david chávez

Los gangsters y la Mafia y los matones no son el producto de los políticos corruptos y sus aentes en la municipalidad y las legislaturas, ¿lo recuerdas, Shilospiu? ¡Obviously! El crimen no es una enfermedad sino un síntoma, el policía es como el médico que te receta una aspirina para el cáncer, recita, sólo que el policía te receta un machetazo, completa Serrano. Somos un pueblo rudo, rico y salvaje,agrega, y el precio que pagamos por eso es el crimen, añade Shilospiu, y el crimen organizado es el precio que pagamos por la organización, sube el volumen Serrano.

Beben. No desaparecerá por muchos años, sigue. El crimen organizado es el lado sucio del dólar, termina Shilospiu. ¿Cuál es el lado limpio? pregunta burlonamente Serrano, nunca lo vi, le contesta Shilospiu. Pregúntale a Harlan Potter*, bebamos una copa, secunda Serrano. Me gustó cómo entraste por la puerta, me gustó más cómo trataste a Mendy cuando sacó la navaja, ¡chócala! alternan, chocan sus manos y beben.

Cheves y yo los miramos mientras ellos ríen. Ah, eso es de El largo adiós, de Raymond Chandler, maestrazo de la novela policiaca. Ya veo, dice Cheves. Shilospiu y yo nos aprendimos de memoria esa escena, es buenísima. Y viene al caso, finaliza Shilospiu. Y que lo digas, digo. Bebo. Enciendo un cigarrillo.


*Magnate que aparece en la novela de Chandler, propietario de varios periódicos, padre de la chica asesinada y al que se refiere como un todopoderoso cacique gringo dueño de vidas y puestos en el gobierno.


Concepción, Chile. 22 de julio de 2010

deivis&cheves 34

david chávez



Fueron dos heridos, una niña y su padre. Parece que iban pasando. ¿Están bien? Sí, el tipo subió a su auto y se llevó a la niña, pero el otro imbécil quedó ahí tirado. Shilospiu cuenta lo que vio, está empapado. Cheves igual. Sigue llegando gente. Bueno, será mejor que sigamos atendiendo. Suena el celular de Shilospiu. Es Serrano, dice. Hablan un poco, cuelga. Todo está bien. Renata se quedará en casa de Damiana. Serrano insistió pero ella le dijo que era mejor que volviera a ayudarnos. No tarda en llegar. Las sirenas y torretas intenta opacar la guitarra de Jack White.

Buenas tardes, noches ya casi. Un oficial de policía entra y saluda. Yo atiendo, dice Cheves, y hace pasar al policía a la oficina. Cosas de rutina. El agente del Ministerio Público ya está dando fe del cuerpo. Nos dicen varios testigos que el tipo salió de acá, corriendo, ¿puede decirnos qué pasó? Sí, con gusto, ¿quiere algo de beber? Salen media hora después. El policía va con Shilospiu. Le pide sus datos. ¿Así que usted vio cuando le dispararon al hombre? No, señor. ¿Seguro? Sí, sólo vi una camioneta, una Toyota Rav 4, gris, sin placas. La encontramos hace poco. ¿En serio? Sí, varios casquillos percutidos. ¿Nombre? Rubén Isaac Albarrán Ort kggg, movilizarse al sector ocho, reportan disparos con arma de fuego. El tipo suelta un diezcuatro, dice con permiso y antes de salir grita que alguien más vendrá a tomarle la declaración.

Si es que nada más pasa, dice Cheves. Asiento con la cabeza. Shilospiu pregunta ¿un vodka? y Cheves y yo contestamos al mismo tiempo: no estaría mal. Sonreímos. Vamos a la barra. Un salud después Serrano pregunta: ¿y el mío?


Concepción, Chile. 22 de julio de 2010

miércoles, julio 21, 2010

deivis&cheves 33

david chávez



El viento sopla, fuerte.

Se escucha un ajetreo dentro de los baños. ¿Qué putas pasa? Cheves habla por su celular desde la entrada de la oficina. Serrano corre hacia los baños, Bil lo sigue. Detrás vamos Renata y yo y varios clientes. Serrano saca a DAmiana, que sangra: parece que tiene la nariz rota. Un tipo sale corriendo, tratamos de alcanzarlo. Shilospiu desaparece por la puerta de entrada. Cheves va tras él, se detiene en la banqueta, lo sigue con la mirada.

Llueve.

Lo vi de pasada, cuando iba al baño, ¡Hey, oiga: vaya a meterse esa mierda a otra parte! ¿Ah sí: y si no qué, me vas a correr? Estaba por salir cuando ma abrazó por la espalda. Traté de gritar pero si alguien te escucha te rompo tu madre, ¿me oíste? Le mordí la mano, me empujó, caí y comenzó a patearme. Como pude me levanté. Traté de empujarlo, hacer que cayera si pisaba el suelo resbaladizo. Me tiró un madrazo, me dio en el estómago, me sofocó. Creí que me ahogaba. No pude gritar. Otro tipo que iba saliendo del baño quiso ayudarme pero lo noqueó. Una señora vio todo y le llamó a su esposo, que estaba sentado en la mesa siete. Él fue el que le avisó a Serrano.

Hay un resplandor, luego el trueno.

Renata abre la puerta del auto, casi me mata, no siento la nariz. Estás sangrando, tranquila. Estaba por sacar una navaja cuando Serrano llegó. Descansa, tranquila, ya vamos para el hospital. Vayan por el otro señor, atiéndanlo. Sí, Cheves se hará cargo. Acelero. Avanzamos hacia el lado contrario hacia donde huyó el tipo. Quizá no era una navaja, tal vez era un tenedor, una cuchara. Nos detiene una patrulla. Está herida, los escolto, enciende la torreta, la sirena suena. Llegamos pronto, Damiana entra a urgencias. Nosotros nos hacemos cargo, dicen las enfermeras.

El bash de la lluvia nos cubre la vista.

Mi celular suena. Es Cheves. ¿Cómo está? Bien, recien llegamos. ¿La nariz rota? Eso parece, ¿y por allá? Lo mataron. ¿Qué? Al tipo. Shilospiu lo siguió, lo balearon en la esquina. ¿Lo vieron? ¿A quién? A Shilospiu. No, sólo escuchó los disparos. Cuando llegó el tipo se enfriaba en un charco de agua y sangre. Cerraremos temprano. No: Serrano y yo regresamos. No creo que pueda, me dice Renata, está herido también. No es nada, contesta Serrano. Tiene una pequeña cortada. Vamos a tardar un poco más, pero llegamos, dile, me dice, y eso mismo le repito a Cheves. ¿Está herido? Serrano me mira, no, respondo. Está bien, tengan cuidado. Cuelgo. Ve a que te revisen, le digo a Serrano. Asiente con la cabeza y entra al hospital. Mientras abrazo a Renata el policía habla por su radio.

Llovía mucho más fuerte por la mañana.




Concepción, Chile. 21 de julio de 2010.

martes, julio 20, 2010

deivis&cheves 32

david chávez




Cocinar no está nada mal piensa Bil mientras deja caer tres dientes de ajo picados a la sartén donde la mantequilla se ha derretido y mira y ve a Shilospiu sacar un disco de vinilo en cuya portada se lee The Wall, Pink Floyd, quien lo coloca luego p a r s i m o n i o s a m e n t e me gusta esa palabra, piensa Shilospiu, cuando la pronuncio l e n t a m e n t e me gusta también estar acá y pensar que tal vez los demás piensen cosas muy distintas a las que estoy pensando, y mira a Cheves ¿qué estará pensando? es lo mismo que David piensa, ambos se miran, sonríen a manera de saludo mientras Cheves le dice muy buen disco, por favor, ¿podrías poner anoderbriquindegüol las tres de continuo? Eso mismo estaba pensando hacer, dice, pero es claro que no ha pensado eso, como bien piensa Cheves, este anda pensando en otra cosa, piensa, y hola, saluda, ¿todo bien? Sí, le contesta Damiana, te veo más relajado, como que ya dejó de pensar en ella, piensa Damiana, sí, la verdad es que mejor dejo de preocuparme por algunas cosas que ya se irán dando solitas, me alegra, le contesta ella, de verdad que sí, ya era como tiempo de que lo superaras aunque no me cuentes ya nada, de seguro piensa que no le cuento nada, piensa David, pero este trabajo, de seguro me vio besando a Serrano anoche, mientras cenábamos, no te preocupes, esto es cuestión de tiempo y de que las cosas vayan acomodándose.

Tu tocayo salió a pagar el gas, le dice antes de que salude a Renata, perfecto, gracias por recordárselo, en realidad se lo recordó tu padre. Vaya con el viejo, piensa, no, yo creo que este sigue pensando en ella, piensa Damiana, si no fuera por él, piensa Cheves, no sé qué haría, en realidad, no sé qué haría sin todos, piensa Renata antes de saludarlola, David fue a sí me acaba de decir ah era por si lo buscabasoquei ¿quieres que te? no gracias, debo hacer el balance del mes y ver qué hace falta entonces sí, gracias, mierda ¿por qué estoy nerviosa? como que la noto rara no debí haberle dicho que David salió a pagar las cuentas tal vez como que entre mi tocayo y ella pero no pasó a mayores me acompañó, charlamos, fumamos hasta que dejó de llover tal vez Serrano sepa o piense que tal vez Serrano sepa pero no porque él se fue a dejar a DAmiana o Shilospiu, ah pero yo pasé a dejarlo ayer, entonces no creo que bueno, que piense lo que quiera porque ¿para qué habrá llamado el viejo? Ya ha venido varias veces, tal vez.

Si quería hablar conmigo me lo hubiera dicho, pero esto de recordarme que debo pagar el gas. LE preguntaré a Cheves quiénes están a cargo de surtir los faltantes, no, pensará que me persigo solo y no quiero que piense eso, por otra parte tengo tanto en qué pensar, piensa Cheves, quizá lo moleste, quizá tenga otras cosas en qué pensar, piensa el tocayo. TAl vez tenga noticias de Sara, tal vez alguien ya haya pensado que hay algo entre Renata y yo o no sé qué pensar, piensa Cheves. REalmente, si pudiera saber lo que piensan los demás, piensa, ¿me gustaría saberlo? Al menos me daría algo de ventaja, piensa. Podría tomar decisiones fácilmente, piensa Damiana, o podría tratar de mejorar, piensa Serrano, aunque es posible que me ahorre tiempo, piensa Bil, tal vez podría funcionar, piensa Renata, facilitaría las cosas pero también las complicaría, piensa Shilospiu, no, es una estupidez, piensa el tocayo.

Como si supiera lo que quienes viven en ella piensan, la ciudad, sin importarle gran cosa tal hecho, sopla un viento calmo para barrer las calles y advertir a los que aprovechan para moverse bajo la sombra de los nubarrones que la lluvia se aproxima, piensa el tocayo mientras aprovecha para moverse bajo la sombra de los nubarrones de camino al Deivis&cheves. La lluvia se aproxima, piensa. La calle debe estar llena, tal vez haya venido de nuevo la diputada. Dobla la esquina, la calle está llena de autos buscando lugar para estacionarse. Entra al bar. Varios con permisos después saluda a Serrano y pregunta por Cheves. Está en la oficina. Acá, tocayo, le responde Cheves desde la cocina. Listo, pagué el gas, sí, me dijeron, oye, bar lleno, vino la diputada, les ayudo.

Renata, Damiana, Shilospiu piensan que hay personas, tras ver a varias de ellas ya un poco borrachas, que verdaderamente demuestran que no necesitan educación. Optan por irse. El resto del bar sigue cantando: los que se van son sólo un ladrillo más en la pared, pienso.

Concepción, Chile. 20 de julio de 2010

lunes, julio 19, 2010

deivis&cheves 31

david chávez



Es muy extraño que, desde el incidente con el amigo de Serrano, las cosas han estado cada vez más tranquilas. Tan tranquilas como para llamar demasiado la atención. Hasta la fecha, hemos recibido una clientela impresionante. Por desgracia, como dice Bil, hasta políticos han venido al bar: diputadas, senadores, ex candidatos y ex candidatas. La gente sabe que es una zona tranquila y no sólo este lugar: el resto de los restaurantes, bares, tiendas y negocios han visto cómo más gente viene para acá debido a ello.

No es una zona cara, tampoco es bonita. Simplemente se respira calma, seguridad. Eso sí: entre todos, vecinos y socios, comerciantes, habitantes, visitas y clientela hemos hecho del lugar el más limpio de la ciudad. O al menos así nos lo parece. Hoy por la mañana vinieron el gobernador y el secretario federal de Turismo y comentaron eso. Hacían una gira por el sector con la intención, según escuchamos, de planear una serie de eventos en el lugar con motivo del bicentenario. Nos importó poco. Si vinimos fue en realidad porque Cheves nos avisó y no queríamos desairar a nuestras autoridades. Por mí, dijo Damiana, seguiría durmiendo. Los planes de otras personas, como ellas, por lo general nunca son los míos, aunque ellos piensen lo contrario. La visita fue a las once y media de la mañana. Tuvimos que llegar temprano para arreglar todo. Incluso David nos llamó apenas lo supo: le avisaron un par de horas antes sobre el evento.

A manera de protesta todos en el bar bostezaron lo que duró el recorrido. El secretario de Turismo se sintió un poco avergonzado por habernos levantado tan temprano. Sé que abren en la tarde noche y se van entrada la madrugada, así que les agradezco que estén aquí, dijo mientras probaba el famoso lomo de cerdo con pepino que Bil le preparó en unos minutos. Exquisito, dijo al terminar. Cheves le dio el recorrido y luego ambos, el gobernador y el secretario federal de Turismo, se despidieron de nosotros y volvieron a su caminata para llegar al café que está a dos casa de Deivis&cheves.

Bueno, eso fue todo. Qué mamada. Sí, pensar que estaría durmiendo en este momento. Bueno, eso servirá para que refuercen la vigilancia. A nosotros nos conviene, dice Cheves. Bueno, ten en cuenta, David, que una zona concurrida y vigilada no garantiza nada, agregó Serrano. ¿Recuerdas el Barrio Estación?, le preguntó a Cheves. Claro. ¿Recuerdas lo que pasó ahí? A espaldas de la antigua estación del ferrocarril pusieron las oficinas de la presidencia municipal y al frente abrieron los bares, pensaron que habría seguridad todo el día y parte de la noche. Una oficina de gobierno impone pero también puede ser imán para que todas las frustraciones se descarguen física y violentamente en ella. Por eso la policía la vigila, sí, Cheves, pero también la gente busca la oportunidad para dañarla. En fin, así lo veo. Concuerdo contigo y tienes razón: esta zona se ha hecho por la gente y para la gente, esperemos que siga así. Bueno, vámonos, dijo. Tenemos que volver más tarde.

Por lo que veo, varios pudieron seguir durmiendo y descansar antes de venirse al bar. Qué poca madre eso de levantarnos temprano, comentan todos. Shilospiu programa una lista breve de temas y nos ayuda con las mesas y los clientes. Damiana y Renata y Cheves entran y salen de la barra, Serrano está a cargo del cuartito del amor, Bil y yo hacemos lo propio en la cocina: ambos recogemos las comandas, preparamos como podemos y llevamos todo a la mesa. Como en Cancún, ríe Serrano. Shilospiu y Damiana entrebailan cuando cantascriben lo que piden los clientes. Como en Cancún, le dicen a Serrano.

Serrano es el más chico de todos. De edad, quiero decir, porque en estatura y cuerpo se impone a todos. Serrano jugaba futbol, como sus hermanos, los tres con un parecido impresionante. Podría decirse que son trillizos, pero la edad de cada uno de ellos ayuda a desmentir esa idea. Es el único de los tres, también, al que le gusta la playa y el calor y el mezcal y conducir. Por eso él se ofreció a atender la barra y a llevarnos a todos de vuelta a casa en su camioneta. La compró de a poco, con lo que la renta de la casa en Chiapas le dejó hasta que su madre se enteró de lo que había hecho con ella. Aparte, es de los pocas personas que conozco a quienes el alcohol les hace el más mínimo efecto. Sorprendente. Puede que sea por la edad, puede que sea por otra cosa.

Damiana alguna vez dijo que Serrano sería como su hermano menor, o que al menos si tuviera uno le hubiera gustado que fuera él. Serrano piensa lo mismo: de haber tenido hermanas me hubiera gustado que Damiana fuera una de ellas. Dejó el futbol temprano, cuando le hicieron pedazos la rodilla derecha de una patada. En realidad sólo le movieron la rótula, pero varias operaciones después y pocas asistencias a terapia le dejaron un inefable dolor que pronostica, infaliblemente, las lluvias. También por eso no se aleja de los climas cálidos, de la playa, del sol, de Damiana, con quien baila ahora al ritmo de Sussie 4, on time...

I'm on time to find my way to go
It' s not mine this face without eyes
When you're tired, you just have to try
To keep your mind under control
And believe you're your own

¿Te la sabes? Claro. Renata me toma del brazo. ¿Bailamos? Apenas le voy a contestar cuando Shilospiu se la lleva al centro de la pista.

Esos dos sólo bailan cuando uno de ellos tiene miedo. ¿Cansancio? No, tocayo: escuchaste bien lo que dije. ¿Celos? Al contrario, tocayo: ella es como mi hermanita. Ambos los vemos bailar, algunos clientes los siguen. Todos en el Deivis&cheves mueve la cabeza, siguiendo el ritmo.

On time, on time, to find my way to go for yo.

Música!


Concepción, Chile. 20 de julio de 2010.

viernes, julio 16, 2010

deivis&cheves 30

david chávez


A Olivia Cannales, por el dato.


Años atrás, antes que pensara en hacer a David, me dijo don Benjamín, yo era chofer de José Alfredo Jiménez. Bil, que venía por una cerveza, alcanzó a escuchar, como lo hicieron también Renata y dos clientes más. Yo me quedé helado. ¿Qué, no me crees? Ja. Bueno, no es que no le crea, don Benjamín, pero es que lo sé, es extraño, ¿verdad? Sí, digo, bueno muchacho: uno no anda por ahí contándo que fue el chofer y amigo cercano de uno de los cantautores más famosos de México. ¿Y, qué pasó? Renata y los otros clientes se acercaron. Bil también. Primero, otra ronda para los que están en la barra.

Luego brindamos por cualquier cosa, por el gusto de estar, de tener un buen trago entre manos. De un trago terminó con su tequila, me pidió la botella y cuando se sirvió otro comenzó a contarnos lo que todo el mundo sabe es que esa canción, el corrido del caballo blanco, se la dedicó no a un caballo: en realidad era su Cadillac del 57, blanco, obviamente, en el que salimos de Guadalajara hasta Ensenada, Baja California. El resto de la historia está en la letra de la canción. Bil, Renata y el par de clientes comenzaron a fumar.

José Alfredo me llamó un día para que pasara por él. Estábamos en Guanajuato, descansando después de una gira a la que lo acompañé. Para perderle un poco el miedo a la gente el cabrón me echaba a mí primero a los leones. ¿Cómo? Sí: me decía: ora, Benja, véme calentando a la gente: échate una desas que tú sabes. No seas cabrón, le decía. Yo ni sé cantar. La gente en la barra sonrió. Pues el otro día fue todo lo contrario, le respondió Renata. Bueno, la cosa es que yo tenía que salir y cantar unas que otras canciones, hasta que José Alfredo agarrara valor con tres, cuatro tequilitas, a veces media botella, dependiendo el ánimo, y salía a cantar.

Ese día fuimos a comer al centro, ya en la tarde. Ahí nos alcanzaron otros amigos suyos y comenzamos a cantar. Benja, vamos a la cantina del Negro. A José Alfredo le gustaba ir para allá porque era una cantina más chica, donde se había iniciado a cantar. El Negro era muy amigo suyo, bueno, de los dos. Crecimos juntos. Allá fuimos. Vaciamos botella tras botella, José Alfredo, yo y otros amigos cantábamos por turnos: ¿te acuerdas de esta? y comenzábamos a cantar, hasta que sólo quedamos el Negro, José Alfredo, Javier, dos amigas suyas y yo. Ahí nos amanecimos. Serían como las seis de la mañana cuando tocaron la puerta.

Todo el mundo se calló. El Negro salió a ver quién era. Entró un tipo. Se veía muy mal. Nos saludó y se siguió de largo hasta la barra. El Negro caminaba detrás suyo, franqueó la puertita de la barra y comenzaron a hablar. Benja, abusado, me dijo José Alfredo. A lo mejor estos canijos van a echar bala. El Negro siempre tenía una pistola para lo que se ofreciera. Busqué con la vista si el recién llegado venía armado pero no, no vi nada. José Alfredo se levantó al baño. Yo lo seguí después. Adentro, mientras nos lavábamos las manos, me dijo: ese que está con el Negro segurito que es Jimy Castro. ¿Quién? Jimy Castro, ¿no te acuerdas de él? Ni idea. Bah. Regresemos.

No le di importancia. Volvimos a la mesa. El Negro estaba serio, el tipo le rogaba por otro tequila. Tú me viste, Negro: llevo casi cuatro días tomando. Tú te tomaste la primera botella conmigo. ¿Qué te cuesta pasarme otra? No tengo nada de dinero, nadita, mira: ni una moneda, ¿pero sabes qué? ¡Quédatela, nada más una botella te pido para curarme la cruda! Yo sé que ustedes se entienden, que ella te quiere y tú la quieres. Si se queda contigo, yo no tengo problema ni te los voy a dar: tú sabes que soy un borracho. El Negro lo miraba en silencio. José Alfredo tomó su botella y se cambió de mesa, a una más cercana a la barra, donde pudiera escucharlo todo. Luego me levanté a acompañarlo, para que pareciera que hablábamos de algo privado.

Yo te prometo que la dejo en paz, Negro. Te lo juro. Puedes quedarte con ella si quieres, yo sé que ella te quiere a ti. Puedes pegarme un tiro, pero antes dame una botella. Yo no pienso molestarlos y no lo haría porque sé que tú también la quieres. ¿Qué tanto más quieres? ¡Quédatela, pero por amor de Dios dame otra botella! Yo no voy a matarme por nadie, yo mi vida la vivo borracho. Tú dime que eres su dueño, destapa otra botella y brindamos por eso. Yo no voy a matarme por nadie: te la dejo, por Dios, te la dejo.

El Negro nos miró. Luego puso su vista en el hombre, le dio la espalda y caminó hacia una pequeña puertita empotrada en la pared. La abrió y sacó una botella de tequila. Se la dio al hombre. Tú de mí, Negro querido, no vuelves a saber más, le dijo. Que Dios te bendiga, que sean muy felices. Se levantó, nos dijo buenas noches y antes de cruzar la puerta bebió un buen sorbo de la botella.

Todos se quedaron en silencio, dijo Serrano. No me esperaba ese final. El viejo. Cheves y yo, que estábamos escuchando la historia que nos contaba Serrano, sonreímos. Siempre la cuenta. Cada vez mejor. Salud. Brindamos. Serrano, confundido, nos preguntó si sabíamos esa historia. Claro. Un día, en la cantina del Negro, nos la platicó. ¿Y? El Negro se casó con la mujer del Jimy Castro, dijo Cheves. ¿Entonces? Sí, fue cierto, completé. HAsta morir, de Caifanes, comenzó a sonar. Brindamos de nuevo. Por don Benja. Por el Negro. Por José Alfredo Jiménez.

Concepción, Chile. 16 de julio de 2010.

jueves, julio 15, 2010

deivis&cheves 29

david chávez




No sabía que don Benjamín cantara tan bien. Ya ves. ¿Es de familia? CReo que no, yo canto pésimo. ¿Cheves cantando? ¡Ni hablar! ¿Ves? Tocayo, ¿cuántas veces me has visto cantar? Nueve, y con esas bastaron para convencerme de no incitarte al canto. ¿Viste? ¿Y tú, cuándo aprendiste a tocar guitarra? Un par de años atrás. No sabía. Nunca me prestaste una. Cierto, pero anoche te luciste.

Quedamos de nuevo en silencio. Bil se acerca. Cheves: tienes llamada. ¿Quién? Tu papá. Bil nos ofrece los cigarrillos que Cheves le deja al irse. Acepto uno, él ssaca otro y enciende el mío, luego el suyo. ¿Dónde aprendiste a tocar guitarra? No recuerdo, contesta Damiana. Anoche te luciste. Un poco, responde, y se sonroja. Aprendí a tocar yo sola, practicando. Casi me acabé los dedos. Je. Sonreímos. ¿Y tú, tocas algo? Nada, respondo. Alguna vez probé con el violín, dice. ¿En serio? Damiana lo mira, incrédula. Pero lo dejé. Era como mucho para mí. Los violines son caros, además tenía otras cosas por hacer.

¡Tocayo!, grita Cheves. Lo miro. A señas me dice que vaya. Nos encontramos a medio camino. El viejo. ¿Don BEnjamín? Sí, viene para acá. Hombre, me parece. Me dijo que las cosas parecen complicarse. Habrá que esperar. Sí, caray. Tranquilo, no creo que pase a mayores. No veo ahora cómo putas nos van a complicar el asunto. Ya lo sabremos. Regresamos a la terraza. El viejo no tarda mucho en llegar. Mira, lo invocaron, dice Bil. Chamacones, ¿cómo les va?, ¿qué tal estuvo la playa?, ¿no les llovió mucho? Para nada, dice Damiana, y corre a abrazarlo. ¿Cómo está, don Benja? Bien bien bien, ¿qué hay? Saluda a Bil. ¿Cómo estás, David? Bien, don Benjamín. Pase. Hola mijo. ¿Qué hay, papá? Con permiso, señorita, joven. Pase usted, contestan Bil y DAmiana.

Concepción, Chile. 15 de julio de 2010

miércoles, julio 14, 2010

deivis&cheves 28

david chávez


Conocí a Cheves hará cosa de quince años. Un tiempo, por sus estudios, los míos, sus viajes, mis otros asuntos, mis letras, lecturas, los negocios de su padre no supimos mucho el uno del otro. Hasta hace cinco años cuando ambos regresamos. TArdamos casi un año en ponernos al tanto de la vida de cada cual, y todavía seguimos haciéndolo. Es como si intentáramos recuperar el tiempo perdido. Es como un hermano. Es un año mayor que yo. Antes vivía a la vuelta de la calle donde quedaba mi casa, era vecino de Fabiola y Enrique, los hijos del trailero. Digo vivía, quedaba porque ahora vive en otra parte y yo ya no vivo con mis padres.

Estuvo a punto de casarse hasta que empezó a hacerse cargo de los negocios del papá. Su hermano menor no tendía ni a edad ni la experiencia. Ahí se chingó todo. Decidieron que no era tiempo y lo dejaron para después. Luego Cheves conoció a SAra y el stand by, el modo hibernación de la relación quedó en un off, apagado definitivo, hasta que pasó lo mismo o casi lo mismo con Sara. Ahora está intentando dejar eso atrás.

La idea de abrir el bar, una vez que Damiana, Serrano y Shilospiu regresaron a Colima, de que nosotros mismos regresamos a Colima, era retomar, revivir, recuperar nuestro lugar no tanto en una ciudad que conocemos, que nos conoce hasta la punta de las uñas, sino entre y con los amigos que dejamos, que se quedaron. DE alguna forma, era como aportar, traer con nosotros un pedacito del lugar, del mejor lugar en el que estuvimos, en el que vivimos fuera de COlima. Cheves se encargó de hablar con los demás y así, entre todos, darle forma al bar. DE alguna forma sería como tener otra casa fuera de casa, de vernos, de convivir un poco.

Algo que nos uniformó, que evitó broncas, problemas y discusiones serias era que de alguna forma todos tenemos gustos similares. Como si fuéramos parte de una misma persona, dijo una vez Serrano. Estás cabrón, eso mismo pienso. Todos estuvimos de acuerdo. Hasta Bil, que se sumó más tarde. En el ir y venir y planear y limpiar y conseguir y poner, quitar, mover, sacudir, comprar, pagar, beber, fumar, comer, idear, salir, ir a la playa, el río, el rancho de la familia de REnata nos fuimos conociendo más a detalle. Y aquí estamos, me dice Damiana, palméandome la espalda. Aquí estamos, contesto. Podríamos ir a la playa hoy otra vez. Sería bueno. ¿Cómo anda Cheves? Bien, ¿y Sara? Ha estado intentando comunicarse con él. El otro día Cheves me pasó su celular. ¡No chingues!, ¿para qué? Quería que yo le contestara. ¿Y? Le dije que Cheves no estaba, habló un poco conmigo, colgó, llamó de nuevo: así estuvimos casi toda la noche. Entiendo... entiendo y no, es que es complicado: ¿por qué se zafó si después se iba a arrepentir? Ninguno de los dos está arrepentido. ¿Ah, no? No. Pinche Cheves, no me ha tenido al tanto. Eso parece.


David camina hacia nosotros. ¿Playa? PArecen ser uno mismo. Me adivinaste el pensamiento. Se abrazan. Y te tengo noticias. Damiana voltea a verme, luego mira a Cheves y palmotea como una niña pequeña y emocionada. Tocayo, diles yo les digo, yo les digo yo les digo a los demás: heeeeeeeeeey, todos, salgan: Bil se asoma, Serrano acomoda a una pareja que acaba de llegar en el Cuartito del Amor y sale inmediatamente, Renata sirve tres comandas y Shilospiu baja un poco el volumen de la música: ¡playita hoy! Varios clientes, los más jóvenes, celebran como nosotros. Aplaudimos. A la playa, pinche tocayo, me dice. Sonrío. Renata también sonríe conmigo. Marco Antonio Solís, invocado por Shilospiu, canta Cómo fui a enamorarme de ti si yo sabía que no era bueno. Cuando en tus ojos me vi supe que ya no era yo de mi alma dueño. Cómo fui a enamorarme de ti si envejecido estoy de pena. Cómo fue que te encontré justo cuando me libré de mil cadenas.



Concepción, Chile. 14 de julio de 2010

martes, julio 13, 2010

deivis&cheves 27

david chávez




Cae un relámpago cerca. La luz, centelleante, nos deslumbra a todos. Luego, el estruendo, como si una decena de láminas de zinc hubieran caído desde lo alto de un edificio de dos pisos, le da la bienvenida a Cheves. Hijo de su puta madre, se me erizaron los pelitos, todos, cada uno de ellos. Los pocos clientes que han llegado sonríen ante las mentadas de madre de mi tocayo. ¿Todo bien?, pregunta. Asentimos. Ni modo, Shilospiu. ¿Qué se le va a hacer?, responde. Sesión acústica. ¿Unpluged? Va: puedo conseguir una grabadora con reproductor de cd's y unas cuantas baterías. En la oficina hay una guitarra. ¿Y quién la va a tocar?

Nos miramos. Cheves va por la guitarra. No chinguen, ¿es en serio? Cabrones, de haber sabido. Nananana, ya, toma: alguien sabrá tocarla. Tocayo, préstame el auto Me arroja las llaves. ¿A dónde vas? Renata, vamos. ¿A dónde? Pinche loco, ¿a dónde vas? Me miran, Renata no entiende nada, le guiño un ojo, salimos, subimos al auto, arranco, llueve a mares, encuentro la tienda, dejo el auto encendido, trucha por si pasa algo, ella sigue sin entender nada, bajo, entro, déme treinta velas, de las que tenga, ¿veladoras también? Sí, sí, sí, sí, todo sirve todo, démelas, espere, dése prisa, tengo el auto encendido allá afuera, en doble fila, permítame, tengo más adentro, oquei oquei oquei oquei ¿con estas basta?, ¿cuántas son? Como cuarenta. Bien, ¿cuánto le debo? Quince pesos las de vaso, son dieciocho, ahí van doscientos setenta pesos y las normales, esas blancas, se las voy a dejar a trescincuenta, por veintidós, son setenta y siete pesos, en total trescientos cuarenta y siete pesos. PAgo con dos de doscientos, tomo las bolsas y regreso al auto. Olvido el cambio. Ne, me digo, mejor así.

Un nuevo relámpago hacer que nos estremezcamos. Tranquila, ¿todo bien?, ¿qué chingados? Ah, ¡eres un cabrón! Sonríe. Sonrío. ¿Traes cigarrillos? Me queda uno. Enciéndelo. Fuma, fumamos, arranco, conduzco. Las calles están, irónicamente, desiertas con tanta agua. Llegamos en poco tiempo, fuma, entramos, fumo. Alguient toca la guitarra. Ya comenzaron. No, la están afinando. Es el papá de Cheves. Bueno, hasta que llegaste Davidcito. Señor, tanto gusto. No se moleste. ¿Qué compraste? Ayúdennos. Renata comienza a sacar las velas y las veladoras. Bil, Serrano y Cheves le ayudan. ¿Así que se van a poner románticones? Así parece, señor. Bien, bien, como antaño. Se. Y bueno, ya está afinada la guitarra, ¿quieren que les cante algo? Papá, nononono por eso pregunté, tú te callas. Sonreímos. Échese cien años, don, dice Shilospiu. Ah, un conocedor. De a poco, a pesar de los truenos y relámpagos, los murmullos de la clientela se rinden ante la voz del viejo. Canta perfecto, entonado, modula, le pone feeling.

Todas las miradas, las que podemos ver a la luz de las veladoras con las imágenes de vírgenes y santos en sus recipientes, de las velas blancas, van hacia el viejo, hacia la barra. Los mismos clientes han dispuesto, movido las mesas y sillas para escucharlo mejor. Otros se levantan, acercan sus sillas. La tormenta eléctrica pasa poco a poco, la lluvia parece sosegarse. Imagino que el viejo tiene poderes para controlarla, para amancebarla.

El viejo hace una pausa, Renata le sirve un tequila, carraspea y comienza a cantar en inglés:

When the night has come and the land is dark, and the moon is the only light we'll see. No I won't be afraid, no I won't be afraid just as long as you stand, stand by me...

Aplausos, aplaudo. El viejo, me dice Cheves, y enciende un cigarrillo. Se la rifa, contesto quitándole el cigarro. Muy buena tu idea. Gracias. Enciende otro cigarrillo. ¿Y lo de Renata? No lo sé, un impulso. ¿Y tú, qué onda con Sara? Ya nada. ¿NAda? Sí, seguro: nada: ya no me puede, ya siento esa indiferencia. Bien. ¿Quieres algo de beber? Un ron. Va. El viejo está en los últimos acordes. Cuando Cheves regresa ha terminado de cantar, la gente le aplaude, alguien toma la guitarra. La luz vuelve. La gente pide que la apaguen. Así se hace. Alguien, una voz, una mujer, de entre la penumbra, canta nuevamente en inglés:

You're just too good to be true
Can't keep my eyes off of you
You feel like heaven to touch
I wanna hold you so much
At long last love has arrived
And I thank God I'm alive
You're just too good to be true
Can't take my eyes off you...

Su ron, caballero. Gracias. Es Renata. Ambos, el deivis&cheves, todos, escuchamos cantar a Damiana. Un relámpago lejano le ilumina brevemente su cara. irónicamente canta con los ojos cerrados...

Concepción, Chile. 13 de julio de 2010.

lunes, julio 12, 2010

deivis&cheves 26

david chávez



Pinche calor. ¿Escuchas? ¿Qué cosa? La lluvia. Serrano me extiende la cajetilla de cigarros. Esta ciudad era tranquila. ¿Era? Sí. Mira, sin quejarme, ¿recuerdas cuando niño cuánto tiempo podías jugar afuera, en la calle? Los únicos peligros que había eran ser atropellado, salir con un raspón o que el balón rompiera el vidrio de alguna ventana o de un auto, pero eso rara vez sucedía: con tanto calor ¿quién iba a mantener las ventanas cerradas? Es cierto. Por eso regresé. Es bueno regresar. No siempre. Bueno, depende del que se va y del que se queda. PAra ninguno es igual. Cierto.

Ahí está. Un bash generalizado invade el ambiente. Shilospiu llega justo a tiempo, sino, nuevamente se habría mojado. Renata y Damiana lavan la loza. Cheves estaciona su auto. Bil limpia las sillas. Este olor me gusta, también es raro encontrarlo en otro lugar. Dicen que uno huele al lugar donde ha nacido, que a los dieciocho año uno comienza a oler, a tener el olor de la tierra donde ha vivido todos esos años. ¿Y los que han viajado durante ese tiempo? Es fácil: ¿recuerdas que el tipo de la novela El perfume no tenía olor, es decir, su cuerpo no olía a nada? Sí. Bueno, dicen que cada tierra tiene su "humor", así que cuando uno viaja, cuando no está por mucho tiempo en cada lugar, digamos que es como si revolviera esos "humores", esos olores.

¿Recuerdas que en la película, la adaptación de El perfume, ni los perros, ni los gatos, ningún animal se alteraba, le ladraba o hacía algo cuando el protagonista pasaba por un lado de ellos, aaún en las noches? Sí. Bueno, con los que viajan debe pasar igual: los vemos pero muy pocos dejan marca, de muy pocos nos acordamos, si acaso vagamente, a menos que cierto "olor", cierto "humor suyo haya quedado con nosotros en alguna cosa que hayan hecho para dejar una especie de huella en nosotros. Fuma. El humo se confunde con el agua. Las risas, el olor a tierra mojada, a colonia homo mossimo de hace tres días en el cuerpo de alguno de los clientes que entra a resguardarse de la lluvia, a buscar un lugar tranquilo para beber, se confunde y me abofetea despacio.

Pienso en todo lo que ha debido pasar para que estemos todos acá. Siento que deivis&cheves es un peñón donde revientan las olas, las nuestras, las de los clientes, cada cliente una ola que deposita incluso un poco de arena. ¿De cuántos clientes te acuerdas?, pregunto. Serrano sonríe. No mames, David, ¿qué pinches preguntas son esas? En serio, ¿de cuántos te acuerdas? De pocos, en realidad de muy pocos. Si los cuento con una mano me sobran dedos. Los clientes son como el "humor" del bar. Definitivamente. Renata atiende al cliente recién llegado. La sigo con la vista. Regresa, prepara un trago y vuelve con él a la mesa. Bil y Damiana caminan hacia nosotros. Cheves, antes de hacer lo mismo, reta en voz alta a Shilospiu a que ponga algo "infantil" pero "moderno". Shilospiu pone Alley Cat, de Bent Fabric.

Ah, no mames, ¡pinche Shilospiu!, ¡es la canción del carrito de las nieves y paletas! Jajajeamos todos. Shilospiu, al fondo, sonríe y bebe un ron que Renata le llevó minutos antes. Me acaba de regresar veinte años atrás, comenta Cheves. Salud por eso. Todos brindamos.

Concepción, Chile. 12 de julio de 2010.

viernes, julio 09, 2010

deivis&cheves 25

david chávez



Cheves. Dime. Terraza. Va. ¿Entonces? Yo digo que ya. ¿Seguro? Sí, tocayo. ¿Seguro güey? Sí. Bueno. CReo que No lo creo Sí, güey Bueno, si tú lo dices Eso digo Entonces ya Sí, lo haré ¿Cómo fue? Pues, rápido y sin dolor Explícate Me di cuenta ¿Tú solo? Sí, bueno ¿Entonces? Sinceramente Va Estuve viendos sus fotos y hay una en la que salgo escribiendo. Como siempre. Sí. Bien, ¿y? Eso y una rola de Molotov. Oquei. Renata se acerca con un par de vodka peach. Sorbo. Enciende un cigarrillo. Alternamos bebo fuma bebe fumo. ¿Y?, ¿de qué hablan?

Espera. Acá el tocayo me contaba sobre su última revelación. Clava su mirada Renata en mí. Bebo. Fuma. Fumo. Entonces me pareció que de algún modo la había atado con esas letras que escribí en esa ocasión en esa servilleta. ¿Y? Ella tiene ese papel, tiene mis letras. ¿Y? Y yo las suyas. Fumo. Es decir, es como si yo no la dejara ir, como si cada vez que le escribo la retuviera. Entiendo. Bebo. Fuma. Me mira. Me palmea la espalda. CReo que es hora de ir por esas letras. Sí, pienso lo mismo, tocayo. Bebe.

En cierta forma creo que también se aplica en mi caso, tocayo. ¿Tú crees? ¿Andas en las mismas, pinche Cheves? Fuma. Bebo. Sí, pero no por mucho. Mejor dejar. Bebo. Bebe. Bebemos. Fumo. Aunque no sé qué tendrá ella mío. Habrá que investigar. ¿Y tú, Renata? Tose. Bebo. Fumo. NAda. ¿Nada de qué? Nada qué contar, estoy cauterizando la herida. Cheves y yo nos miramos. La miro. Fuma. La mirada fija en una ventana. No mira a ningún lado en realidad. Se encoje de hombros. Las cosas pasan. Uno no se da cuenta cuanto está dentro, cuando está fuera. Así es esto. Así es casi todo. ¿No escribiste nada? Quizá no soy de palabras. Tal vez sea de hechos.

Salud por esa. Bebemos. Fumo. Bebe. Fuma. Suspiro. Me quedo mirando hacia cualquier parte sin mirar. Pienso. Ni modo, tocayo: tienes tarea. Cheves me palmea la espalda y se va con su vaso vacío. ¿Quieres otro? Sí, gracias. Apago el cigarro. Bebo. Bebe todo. Enciendo otro cigarrillo. Fumo. Renata va camino a la barra. Prepara el vodka, regresa. Bebe. Fumo. Bebo. Fuma.

concepción, chile. 9 de julio de 2010

jueves, julio 08, 2010

deivis&cheves 24

david chávez

Entro a la oficina. Enciendo un cigarrillo. Llamó mi padre, dice. Cheves enciende el suyo. ¿Pasó algo? Todavía no. Es decir, acá todavía nada. ¿Cómo está eso? Sí, han habido varios incidentes. ¿Las balaceras? Sí. Pero eso es sí ajeno al bar. ¿Entonces? Dijo que Pedro llamaría. ¿Pedro? Sí. ¿Y por qué no vino acá directamente? No quiere ensuciar el nombre del bar. Siempre y cuando traiga lo sé dinero limpio pero no es eso. ¿Hablaste con él? Sí, me dijo que esto comienza a salírseles de las manos y que el bar peligra. ¿Por qué? La gente se cansa. Cabrones, ¿no pueden ir a vender su mierda a otra parte?

Ambos nos quedamos en silencio. Muevo la cabeza, negando. Ese es el problema. Así sean unas cuantas calles, para ellos es territorio. Han hablado con él, los otros, y están comenzando a perder la paciencia. Esta es zona neutra, no puede haberla. Necesitan delimitar esto. CArajo, ¿no les basta entonces con el resto? Me dijo que mejor nos amparemos con alguien antes de que se ponga más peligroso. ¿Y entonces, de qué putas sirvió haber hablado con todos, Cheves... dime, de qué? Él entiende y sabe que entiendo el peligro que corremos, todos. ¿De qué, Cheves?, ¿ahora te vas a echar para atrás, cabrón, justo ahora que viene más gente, que confía, que la pasa bien, que sabe que está segura acá? ¡Eso, eso mismo, cabrón! Entiende: si no nos cuadramos ante alguien entonces nos van a chingar, poco a poco, como han hecho con los otros negocios. Es que no entiendo, no entiendo entonces por qué nos dijeron que sí que no habría problema que adelante, abran su bar por eso mismo cabrón: ahora que ven que viene gente quieren el lugar, quieren vender su mierda. No, yo no voy entonces. Sabía que dirías eso.

Nos va a cargar la chingada y lo peor es que no sabemos cómo. ¿Te lo dijo, te amenazó? No hace falta eso para imaginarlo: mañana o pasado nos dejan algún muertito con una cartulina en la que escriban que eso nos va a pasar si no nos asociamos con alguno de ellos. O de ellas. Ja, ¿quién iba a pensar que Sandra estaría también en esto? Y Alfredo. Cierto. Al menos corrimos con suerte: otros cabrones nos hubieran dicho que no y el bar no hubiera durado nada antes de que lo balearan. ¿Te sientes cómplice? No, ¿y tú? En parte. Nos conocemos, saben que los denunciaríamos en cuanto vendieran algo por acá cerca. Sabes que extorsionan. Lo sé. Nunca pensaron que el bar crecería tanto, que vendría tanta gente, que se haría tan famoso. Ese es el problema. Ha sido trabajo nuestro, quieren robárnoslo. Eso siento. Así que nada más que hablar. Dale. Esperaremos a que él llame. Bien. Mientras, sigamos con esto. Hasta donde llegue. Así será. Nos damos la mano, nos abrazamos. No tengo miendo, me dice. Yo tampoco. Ambos sabemos que hay cosas que no se compran, que no se negocian, pero nadie sabe cuándo uno puede cambiar de opinión.

Concepción, Chile. 8 de julio de 2010

miércoles, julio 07, 2010

davis&cheves 23

david chávez


Cheves anda raro. Parece pensativo. Le pregunto si es algo grave y me dice que no, que ya pasará. Me preocupa esto de que tenemos que hablar y no dice para cuándo. Güey, si hablas ahora es mejor, así te preocupas menos. No, no es eso. Te digo que estoy como ordenando mis ideas. En cuanto tenga bien claro el asunto y alguna forma de planteártelo te lo digo. ¿Seguro? Sí. ¿Quieres un ron? Va. Renata me ha estado evadiendo. Poco pero lo hace. ¿Qué putas le pasa a la gente hoy? Comió mariscos, de seguro, me dice Damiana. Tal vez.

Hoy me llegó una convocatoria de cuento. Pienso participar pero no sé. No estoy seguro de qué texto que haya escrito tenga el nivel para competir con otros a nivel nacional. Anoche mismo leí La generación de los enterradores, un compendio y estudio analítico sobre la generación de los escritores que nacieron en la década de los años 60 en México y... no sé. Tal vez todo está amafiado, tal vez es cierto que es complicado ser escritor en México, pero no me desanimo. Recuerdo también a aquellos autores que vimos en la carrera de Literatura, los locales, como llegó a nombrarlos alguien y no sé. ¿Cómo se habrán sentido ellos? Si, como dice el libro, con la llegada de la democracia en México, la supuesta y tan cacareada democracia, se estableció una monarquía no en la república, en el Continente Mexicano de las Letras, donde Carlos Fuentes es el rey y Jorge Volpi el heredero, ¿qué nos queda a nosotros, los aspirantes a escritores?

Temo que la calidad de mis textos no sea buena, que no tenga voz o estilo todavía, todo lo que no he leído (Rayuela entre ello) y todo lo que no he visto (varias películas de culto), incluso me preocupa que no tenga nada por decir, que todo sea, como alguien alguna vez me lo dijo, pura pirotecnia verbal. Disciplina me falta. Por eso escribo sobre este bar, sobre mis compañeros, sobre mis amigos. ¿Qué tan sana es la duda, qué tan sana es la respuesta? Y sin embargo sigo escribiendo, caray. Ahora recuerdo a Sebastián, él, que no terminó la carrera, él que ha ido más de cuatro veces a Europa, más que cualquiera de nosotros, él que se ha probado casi cualquier cosa probable y consumible.

De todas formas, el temor es eso: mera ignominia, ignorancia de lo que pueda pasar. Ya va siendo hora de que avance, con los ojos cerrados o abiertos. Total: uno es lo que es nomás sin importar los demás, sin importar que los otros tengan una visión equivocada de lo que uno es, de lo que uno no es. Sólo brota lo que siento, es verdad, lo digo y me comprometo, responsable soy y creo que el crecimiento es ahora y está en el mejor momento, como canta Fermín, de Control Machete, guapachosamente, en danzón, con ese Café Tacuba que soltó Shilospiu. Marzo estaba muerto.

Concepción, Chile. 8 de julio de 2010

martes, julio 06, 2010

deivid&cheves 22

david chávez

¿Y tú, qué haces acá afuera? Shilospiu tenía la llave puesta en la cerradura pero no había abierto. Supongo que pensaba hacerlo en un par de minutos más si nadie de nosotros llegaba. Tenía los pies empapados. Me reí tanto. Sonrío. Seguimos fumando, viendo cómo llueve. Bueno, tú sabes que él nunca abre. Ahora lo comprobé. Y tú, David, ¿sigues escribiendo? Sí. ¿Y escribes de nosotros? Todos los días, bueeee, sólo de lunes a viernes. Oh. Damiana se quedó pensando. ¿Y escribes todo lo que decimos, todo lo que hacemos? Algunas veces, otras no.

Nos abofetearon dos ráfagas de viento cargadas de agua. No se mojen. Fumamos. Eso veo. Tocayo, un cigarrito si me haces favor. Le paso la cajetilla. Enciende uno. ¿Escribiste lo de ayer? Sí. No sabía que él escribía todo. No todo, sólo algunas cosas. Eso dice. Eso hace. ¿Cómo vas? Bien. ¿Escribirás esto? Me gustaría: imagínate: escribir que escribo esto sería como ponerse ante un espejo. La puesta en abismo. Sí. ¿Qué es eso? Lo mismo que poner a un espejo frente a otro espejo. Ya veo. En realidad, escribir esto que estamos hablando, lo que estamos haciendo como si estuviéramos dentro de un texto. Pero somos reales. Sí ¿Y qué pasa si lo haces? Nada. Quien me conoce y sabe que escribo creerá que esto es una especie de bitácora. Quien no, creerá que es únicamente un artificio para volver más interesante la narración de un grupo de personas que tienen un bar. Un bar no tan normal. Claro. ¿Y ya revelaste esa parte, qué tipo de bar es? No, todavía no: espero el momento adecuado.

Un trueno se escucha a lo lejos. Suena a tormenta eléctrica. El aire llega de nuevo a la terraza cargado, oliendo a guayabas frescas. No llega, dice Bil, mientras abraza a Renata, quien le enciende un cigarrillo. Se la va a llevar el aire, completa Renata mientras Bil le enciende un cigarrillo. Luego, un sonido intenso nos invade. LE diré a Shilospiu: seguro que le dará gusto seguir descalzo toda a noche mientras se secan sus tennis.

Cheves entra conmigo. Tenemos que hablar. ¿Ahora? No, en estos días. Déjame organizar mis ideas, yo te aviso. Va. Relax. Afirmo con la cabeza.

Concepción, Chile. 7 de julio de 2010

lunes, julio 05, 2010

deivis&cheves 22

david chávez

Vamos para allá. ¿Qué pasó? Detuvieron a Serrano. ¿A Serrano? ¡No chingues, pero! Nada, voy a verlo. Se viene Damiana conmigo. Shilospiu, a caja, los demás roten mientras regresamos. Va. Salen. Atendemos como podemos. Rotamos las áreas, el bar, Bil sale de vez en cuando a ayudarnos. Shilospiu no se da abasto. Regresan una hora después. Todo bien. Renata, Damiana, Cheves, Serrano y Bil se juntan en la terraza en un momento de calma. ¿Y, qué pasó? Problemas con los conductores. ¿Y eso? Salí de casa, caminé al paradero. Cuando llegó el camión subieron algunos chicos. Antes que yo subió un anciano. Luego subí yo. El conductor se molestó porque el tipo pagó con credencial para que le hicieran el descuento como se lo hacen a los de la tercera edad. Los chicos seguro también pagaron con credencial de estudiante. Eso debió molestarlo. Discutió un poco, le dijo al viejo que intentara caminar para que no perdiera la costumbre, para que rejuveneciera un poco. Luego pagué yo.

Ja, sólo eso faltaba. ¿Qué cosa? Le pagué con un billete mediano, no traía monedas. ¿Disculpe?, le pregunté. No alcancé a oírlo. Era falso, pero quería quitarle esa puta actitud. Carajo, si no te gusta entonces no lo hagas. Nada, que no tengo cambio, me respondió. ¿Tiene monedas? Si tuviera, créame que se las daría para no echarle a perder su día. Ja, dijo. Simpático el amigo. ¿Perdón? Nada, le doy su cambio más adelante, cuando tenga para darle el vuelto. Disculpe que me meta en lo que no me importa y que le diga lo que usted, supongo, sabe hacer mejor, que es su trabajo, pero alcanzo a ver que tiene monedas suficientes para darme el cambio. Mire amigo, es problema mío. Señor, yo creo que usted es el que está haciéndome el problema: ¿qué tal que se me ocurra bajarme en la siguiente esquina?, ¿va a tener para entonces monedas para el vuelto? Mire, ya le dije que no tengo, mejor siéntese.

El viejo y los chicos seguían de cerca el pleito. Había cuatro o cinco señoras más, dos mujeres jóvenes y tres cincuentones. El camión no avanzaba. Algunos comenzaron a impacientarse. Arranque, hombre, déle el cambio, siéntese y espere, déjelo: pinches choferes hacen lo que quieren, que ponga en su lugar a ese maleducado que maneja, a mí no respetó el descuento, ya déle el vuelto pinche viejete codo, falta que nos cobre a todos otra vez por culpa del tipo ese, no, pero tiene razón: es su obligación tener cambio para dar el vuelto, ¿se va a sentar o no?, ¿me va a dar el vuelto o no? Ya le dije que se siente y que se lo doy cuando tenga monedas, pues con todo respeto yo creo que se está quedando ciego mi amigo porque yo ahí veo suficientes, siéntese, no me desespere, haga bien su trabajo, mire estoy comenzando a enojarme, pues es cosa suya señor yo le estoy pidiendo la parte que me falta y yo le digo que donde no se siente me va a hacer encabronar. Cosa suya, deme el cambio. El tipo puso el freno y se levantó a encararme. Varios hombres se levantaron oiga no tranquilos qué pasó no es para tanto mientras las mujeres cuchilleaban e intentaban azuzarme rómpale su madre para que aprenda, pinche viejo mamón, algunos estudiantes grababan la escena -lo estaban haciendo desde que el tipo comenzó a decirles cosas por el asunto del descuento- y yo intentaba calmar al hombre.

Eso mismo voy a hacer. ¿Quiere su dinero?, tome, aquí está, me dijo, y dejó caer un puñado de monedas. Miré el dinero tirado, luego, mientras fingía una comezón repentina en la cabeza conté discretamente cuántos pasajeros éramos. Mire, le dije, si el dinero es su problema lo será el suyo, no me venga con que a usted le sobra, déjeme hablar, ¿para decirme muerto de hambre, va a venirme con sus pendejadas de amor y paz?, ¿usted sabe cuántas putas horas me parto la madre conduciendo esta mierda? Los cincuentones hacían llamadas, dos mujeres también. Los chicos seguían grabando. No es asunto mío, le dije. ¿Entonces para qué le hace tanto a la mamada, no puede sentarse, callarse el hocico y esperar a que le dé su vuelto? Le voy a pedir que no alce la voz. Lo escucho perfectamente. No me venga con mamadas, me digo. Uh, yo ya le hubiera partido su madre, afortunadamente no eres yo, Renata. ¿Y? Iba a sacar la billetera, una patrulla de Tránsito municipal hizo sonar la sirena, brevemente, el tipo pensó que yo lo iba a golpear y me empujó. ¿Y ahí le soltaste un madrazo? No, pero ganas no me faltaron. Saqué cuentas. Éramos quince o dieciséis personas. Cada pasaje cuesta seis pesos. Noventa, noventa y seis pesos en total contando los pasajes completos de todos. Saqué la billetera y de ella un billete de doscientos pesos.

No. No me digas que. Sí. Cóbrese, le dije. ¿Qué? Que se cobre. ¿Que me cobre qué cosa? Los pasajes. ¿Cuáles? Los de todos. ¿Qué, estás pendejo o qué mierda? No, le estoy pagando los pasajes de todos. Los pasajeros se quedaron mudos. NAdie se esperaa que le fuera a salir con esa al conductor, y él menos. Cóbrese. Son noventa, noventa y seis pesos en total contando los pasajes completos de todos. Quédese con el cambio, usted insiste en que no tiene, pero no siga haciendo estas mamadas, no me quiera ver la cara de pendejo diciéndome que no tiene para darme el vuelto ni ofendiendo así a la gente, menos a las mujeres. ¿Qué, quién te crees que eres, pendejo? A mí no me vas a decir qué hacer o que no. Yo no, señor, pero un día habrá quién se lo demuestre. Yo encantado le rompería el hocico -sí, pártele su madre, dale sus putazos, que aprenda ese hijo de su perra madre- pero veo que todo es por el dinero. ¿Lo quiere? Tómelo. ¿Para qué putas se desgasta haciendo esos robos pequeños, robándose uno, dos pesos, y ofendiendo a la gente? Si no le gusta no lo haga. Si no le gusta su trabajo no maneje. Tan fácil. Otro en mí lugar, permítame que se lo diga, ya lo hubiera hecho mierda a golpes. Tenga, tome el billete. Quédese con el cambio o dígame si necesita más.

El tipo me miró a los ojos, luego volteó a ver a los pasajeros, tomó el billete y se echó para atrás. El agente de Tránsito subió al camión. Preguntó qué estaba pasando. El conductor dijo que yo me había querido subir sin pagar el pasaje. Todos los pasajeros protestaron. El oficial dijo que todo se arreglaría en la Delegación, y hasta allá nos escoltó. No dejaron que nadie se fuera hasta que se aclarara el asunto. Ahí fue cuando llamé. Sí, cuando llegamos estaban a punto de linchar al conductor. El juez nos dejó ir a todos, infraccionaron al chofer. Una mujer le escupió el rostro antes de irse. Pinche puerco, le dijo. El viejo que había subido antes que yo le pasó un pañuelo desechable. Luego lo acompañé a la puerta. En eso llegaron Damiana y Cheves. Fuimos a llevarlo a donde nos dijo, acá al centro y de ahí nos vinimos para acá. Y eso fue lo que pasó. Salud y a trabajar entonces, les digo, y todos palmean a Serrano en la espalda. Bueno, yo también lo hubiera escupido, dice Renata. Sonreímos. Sabemos que es capaz de mucho más.

Concepción, Chile. 5 de julio de 2010

viernes, julio 02, 2010

deivis&cheves 21

david chávez

Entonces, ¿cómo hacerle? A ver. Hay que tener en cuenta que, déjame ir por el diccionario de la RAE. No chingues, ¿para qué? Todo está en las palabras. Pinche David, está loco. Déjalo. Vamos a ver con qué sale hoy. ¿Les traigo otra ronda? Yo ron para mí una cerveza y a mí tráeme un vodka. ¿Tú, Damiana? Chela, por favor. Aquí está, ¿y mi tocayo? Fue por iré por un ron yo también. ¿Y ahora, qué se traen? Algún rollo entre davides. Pfff, esos dos. Le grito a Shilospiu si quiere ron. Aprueba con el brazo terminado en pulgar hacia arriba y un guiño de ojos. Hay poca gente en el bar. Es temprano.

Listo. Entonces, decía que en todo caso habría que apelar a lo correcto... correcto, correcto, aquí: "dos, adjetivo. Dicho de una persona: De conducta irreprochable". ¡No chingues! oqueioqueioquei, acá está: "irreprochable. uno, adjetivo, que no merece reproche. dos, adjetivo: que no tiene defecto o tacha que merezca reproche". Aguanten... por acá, chequen: reproche: "tres, masculino, referente al derecho: atribución a alguien de las consecuencias de una acción dañosa o ilegal, mediante la exigencia de responsabilidad civil o penal". Entonces, si haces lo correcto, según estas definiciones, no merecerías reproche, tus acciones serían sin defecto, nadie debería atribuirte consecuencias de acciones ilegales, de daños, pero si alguien llega y te amenaza para que hagas algo ilegal o le causes daño a alguien, ¿entonces qué?

Bueno, eso no sería justo: estás bajo una presión externa, no ejerces digamos tu libre albedrío, a ver, revisemos... acá: justicia. "del latín iustitĭa. Uno, femenino, una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece", ¿sería justo, sería correcto actuar de la forma contraria a la que uno piensa, obligado aún por circunstancias ajenas, obligado por preservar su propia vida? Eso ya es idealismo, pinche tocayo. A ver: va: idealismo: "De ideal e -ismo. -jajajeamos- uno, masculito. Aptitud de la inteligencia para idealizar", No mames, así nos vas a traer, espera: "dos, masculino: condición de los sistemas filosóficos que consideran la idea como principio del ser y del conocer".

Oquei, pero este conjunto de ideas que pueden o no sumarse a esos sistemas filosóficos ya tiene que ver con tu conciencia, con tu moral, ¿no?, con la educación y crianza que recibiste. A ver, en la letra C... conciencia: "Del latín conscientĭa, y este calcó del griego συνείδησις. Uno, femenino: propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta; dos, femenino: conocimiento interior del bien y del mal. Tres, femenino, conocimiento reflexivo de las cosas. Cuatro, femenino, actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto. Cinco, femenino, psicología: acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo".

Y moral: "uno. Del latín morālis, adjetivo perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia. Dos, adjetivo: que no pertenece al campo de los sentidos, por ser de la apreciación del entendimiento o de la conciencia. Tres, adjetivo: que no concierne al orden jurídico, sino al fuero interno o al respeto humano".

Todo tiene que ver con la integridad, y volvemos a lo mismo: a la honradez, a la justicia, a todos esos rollos que van de la mano con la rectitud. Comenzó a llegar más gente. Serrano se hizo cargo y nos urgió a que termináramos pronto con el asunto en el que estábamos. Damiana aprobó moviendo rápidamente y de arriba a abajo su cabeza, luego se empinó la cerveza. El problema es que, mira, Cheves: rectitud: "Recta razón o conocimiento práctico de lo que debemos hacer o decir". A lo que quería llegar es: ¿qué razones entiende un hombre, una mujer furiosos, desesperados, para jalarle al gatillo, para tragarse toda lógica irreprochable, toda la justicia, el derecho, la legalidad y corrección moral si por el camino legal, justo, no puede hacer lo que quiera hacer sin dañar a terceros?

Dale, luego seguimos, ahora sí hay mucho trabajo: "seis, masculino: esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza, en contraposición a capital". ¿Tú morirías por eso? Bueno, todo juego tiene reglas y aquí todos estamos jugando. Tómalo como un sí, igual yo, yo también juego. Bueno, salud, a jugar mis cabroncitos. Ea.

Concepción, Chile. 2 de julio de 2010.

jueves, julio 01, 2010

deivis&cheves 20

david chávez

Bala, balazo, pistola, bala bala bala bala balaba balabala balaba lababalaba balababala lala baba lala baba lala babababa bala. ¿Ves? No es tan complicado. Hay que pronunciarlas una y otra vez cada vez más rápido, jugando con ellas y las palabras se van como deshaciendo en la boca. Cierto. Incluso tu propio nombre: David david david david david david david davida vida avid davi vidava vadiva dadiva vadida davidavida. O Renata renata retana ratena renatare nata ren ata. Es simpático. Se. ¿Me das un cigarrillo? Saco uno, lo enciendo y se lo paso. Gracias. Espero que hoy no llueva. ¿Como anoche? Sí, fue rico estar en la playa así, viendo llover, solos con el mar, riendo. La compañía hace las ocasiones. Algunas veces. La pasé bien. Tú estabas muy serio, ¿en qué pensabas?

No supe qué contestarle. En las palabras. ¿Como cuáles, las que tienen letras que se deshacen en la boca o en otras? ¿Qué otras podrían ser? No sé, tú dime... algún nombre, por ejemplo. Tal vez. ¿Era un nombre de mujer? Tal vez. ¿Un nombre de mujer que se te deshace en los labios? Tal vez. Puta madre, contigo no se puede pinche David: andas muy talvezneciero, carajo. Tal lo dices otra vez y te apago el cigarro en alguna parte del cuerpo. Está bien, está bien. PEnsaba en las palabras que significan muchas cosas. ¿Te refieres al valor que le damos a las palabras? Sí, a ese y al significado que tienen. ¿El que tienen para nosotros o el que les hemos dado, el que podemos encontrar en el diccionario? En ambos. Oh, ya veo. Pensaba, por ejemplo, en qué queremos decir realmente cuando decimos "me quité un peso de encima". Ese es el que llaman sentido figurado, ¿no? Sí, el mismo. Vaya, al menos aprendí algo en las clases de español, je.

Sigue fumando. Realmente pensaba en ella, en cómo su nombre se me deshace en los labios. Luego recordé esa frase que Guillermo Vega Zaragoza puso en su facebook: "Todo hombre ama a dos mujeres: la que ha creado en su imaginación y la que todavía no ha nacido": Khalil Gibrán, y ambas mujeres huyeron ante el nombre del autor. Fum, se esfumaron como el humo que exhala Renata. Pienso que nombrar es poseer por un instante, estar relampagueosamente en el otro, entrarle por los ojos, salirle por la boca. Interesante cómo paso del lamparalam paralam paralam para lámpara al davidavida avid ávida sin sentirme revuelto con sus jugos gástricos y en cambio salir en compañía de una pregunta: ¿No estabas pedo ayer, verdad? Niego, riéndome. ¿Qué, güey, de qué te ríes? Nada, ondas que me pasan por la cabeza. Cuéntame, no seas cabrón: no te rías de mí. No lo hago. Ya, dime pues. Pensaba que todos estamos llenos de todos. Ah, cabrón, ¿y eso? De nombres. Oh. De todas las personas que conocemos. Ya vas a empezar con tus rollos extraños. Bueno, tú preguntaste. Sonrío. No te rías, güey, menos cuando no te entiendo: me haces sentir un poco pendeja. Bajo un carrillo, el otro sigue sostenido por la mueca que queda de la sonrisa. Ya, güey, no me veas así. Baja la vista. Sonríe. Toca mi hombro. ¡Tú la traes! Y se echa a correr, como anoche, cuando jugamos todos, cuando corrimos todos en la playa, mientras llovía, tratando de alcanzarnos, atraparnos los unos a las otras.


Concepción, Chile. 1 de julio de 2010