lunes, julio 31, 2006





bueno, pues ese es el trofeo que me rolaron por compartir el gane con manue llanes en la página de las historias, de alberto chimal. aquí el enlace:

http://www.lashistorias.com.mx/blog/?p=14

miércoles, julio 19, 2006

El origen de la beca

david chávez

La casa del señor rico amaneció rayoneada pero no encontraban al responsable. El hacendado, para evitar un rayoneo posterior a su casa y por consejo del vecino alcalde de Nothingham, convocó a un concurso de rayoneadores de casas. Triunfó el mejor, quien fue a la cárcel. Con el dinero del premio, obtenido de la venta de pollos, se pagó la pintura para resanar la casa. El pollero vio que esto era bueno e hizo anual el concurso. Así nació la Beca Ranchoco para Mejor Rayoneador de las Casas del Pueblo, con la cual se agranda también la cárcel.

martes, julio 11, 2006

voyeur.

david chávez

Cansado de insistir hasta el hastío ha siertaz personas en comó laz palavras deven eztar hescritaz y lo muy kábron que ce ha buelto, hintentar desifrar su sijnificado; oh lo qué con heyas ce quiere desir: (casi siempre lo logro pero ya se ha vuelto un problema para mis muñecas, mis dedos y mis ojos), un día decidí seguir a varios amigos que padecen ese extraño mal ortográfico.

Sí, estoy sorprendido. En la última ventana por donde miré una chica guardaba las recomendaciones, sacaba de su cerebro lo relativo a bien escribir y lo colocaba debajo del colchón donde duer-me todas las noches, donde fornica los fines de semana, en el que hay bacterias, que se pudre cachito a cachito por los fluidos vaginales que entran en contacto con varios gérmenes, a donde se va su orina cuando tiene pesadillas y chilla y las lágrimas se acumulan... ahí, debajo de ese mullido colchón, junto con sus targetas, ce dezcompone la hortógrafia asta qué lla no hes nada.

Ahí debajo también reposan mis instintos criminales. Ahí es donde se acaba la amistad y comienza el odio...

viernes, julio 07, 2006

Diferente

david chávez

Como los demás, él también pensó en moldear su rostro a conveniencia. ¿Qué más valía si lo hacía dependiendo de su estado de ánimo, de su personalidad? Dejó de lado esas preguntas, superficiales para él, y continuó en su experiencia, en su aventura de mutar el rostro a voluntad.

Al caminar por la calle, al abordar el camión no importaba si traía sus audífonos y su discman, era igual: quería aislarse un poco más, tan sólo un poco más. Así, cuando no quería que lo miraran ponía un rostro común, como el de cualquiera otra persona y seguía en sus asuntos. Si percibía que algún extraño se dirigiría a él para preguntarle por alguna calle simplemente su cara adoptaba un aire de extranjero, de turista. En su casa, si alguien llegaba a preguntar por él transfiguraba su rostro y simplemente decía que era un trabajador contratado para reparar cualquier cosa.

Sí, también llegó a preguntarse si algún día se arrepentiría por hacer eso y entonces qué cara iba a tener… poco a poco se dio cuenta de que su rostro no era el mismo de antes. Había cambiado tanto. Cuando decidió que era un error aislarse así de la gente, desesperado, buscó entre sus cosas viejas, libros, álbumes. Comenzó a ejercitar el rostro una vez más, a concentrarse.

Logró rejuvenecer tanto que cuando llegó a encontrarse con antiguos compañeros de escuela muchos de ellos le comentaron: “sigues igual , no has cambiado nada. Te recuerdo tal y como estabas, estás igualito, pareces una foto”. Sonrió al verse en el espejo, donde tenía pegado el retrato de la fiesta de graduación. Unas semanas más tarde aún dudaba de si había hecho lo correcto.

martes, julio 04, 2006

Contagiado

david chávez

Las promesas son una especie de mosco parecido al que trasmite el dengue. Incuban sus huevecillos en mente y corazón de las personas crédulas, débiles de animosidad pero fuertes de fe. Lo terrible es el contagio de esperanza, maligna plaga que se expande conforme aparecen casos imposibles de resolver. El infectado pierde la memoria gradualmente.

Eso sí, las promesas que se cumplen son las que están en extinción. Como la de los pájaros bobos, sólo retengo la vaga imagen de mi padre diciéndome que yo nunca estaría solo...