lunes, enero 22, 2007

Tirado

David Chávez

Después de la boda, junto con la basura, recogimos los buenos deseos, el acta de matrimonio, las ganas de bailar, trocitos del pastel, sonrisas y miradas coqueras, lazos familiares medio rotos, etiquetas de traje sastre; el ramo de la novia, chorritos de alcohol, peticiones de baile, un borracho a media pista, cacahuates, anhelos de solteronas, un poco de ruido, dos o tres murmullos, pláticas obscenas de señoras grandes, algunos que otros celos, el olor a mierda del baño, dos vómitos, tres aretes, el sueño de treinta niños que corrieron, jugaron y destrozaron lo que quisieron en la fiesta; la felicidad de los novios, las copas de cristal en que bebieron los padres de la novia, cuatrocientas quince colillas de cigarros, un lente de contacto, seis deudas enormes de los padres del novio que los dejaron en la calle por dar la fiesta del siglo en el pueblo; ochocientos chistes simplones, veintinueve clases de olores, trece amistades que ya no lo son más, un embarazo no deseado, de cinco a siete rompimientos sentimentales, seis tacones de zapatillas, mil ciento quince corcholatas, ciento cinco botellas de tequila vacías, noventa y siente botones, una grapa de cocaína, dos condones: uno usado y el otro sin usar, un anillo de bodas (que no era el de los recién casados), la temblorina y los nervios de las madrinas, el corsé de una señora gorda en el baño, más tres cumbias, dos canciones que no venían al caso, un primo que andaba perdido y se durmió, una pintura para labios, un chongo postizo, el llanto de nueve borrachos y ocho canciones de despecho que cantó una tía divorciada y a mí, que me tocó barrer todas esas chingaderas después de andar mesereando toda la noche.

miércoles, enero 03, 2007

Lo que pensó un inmortal cuando al caminar y fumar vio a una pareja (h-m) de novios discutiendo en un jardín...

David Chávez



Yo poseo los momentos libres y huecos sin actividades propias que otros no tienen. Resulta fastidioso esto. Comparado con la inmortalidad, la desocupación es uno de los mayores tormentos que alguien pueda soportar. Es terrible cuando intento acercarme a alguien y charlar sobre esto. Nunca se cumple, nunca se da.

A veces llego y las personas se encuentran en su lugar, haciendo lo que deben, pueden y les gusta. En intentos por conocerlas se resisten, otras no, porque como ya dije hacen lo que deben, pueden, saben y les gusta. Las mujeres son un caso específico. De hecho existe todo un mito alrededor de ellas: frágiles, fuertes, misteriosas, complicadas, tiernas, nerviosas, desconfiadas.

Cualquiera desconfiaría de un extraño que llega y pregunta tu nombre, luego te dice el suyo y comienza una charla, o al menos lo intenta. Pero resulta que en ese momento un halo de intimidad las cubre y no puede romperse porque están pensando algo o en alguien. Están molestas o tristes o comienzan a especular acerca de ti. Es terrible eso.