sábado, abril 07, 2007

Esa noche

david chávez

Usaba maquillaje a granel, de las ocho a las diez en una esquina, como dice la canción. Jimena siempre estaba ahí para todos, para mí, como esa noche que me acerqué a ella para preguntarle lo que todos los demás, lo que le cada hombre que pasaba en su auto le cuestionaba: “¿Cuánto cuesta el servicio?”. Esa noche la invité a subir y accedí a pagar el precio (hay hombres que deben recurrir a la última y obvia opción) después de un encendido intercambio de posturas sobre el próximo proyecto con mi jefe.

Sólo quería relajarme, olvidar lo que pasó. “Entonces, vamos a tu casa”. La llevé. Mi esposa regresaría al día siguiente, “a las cuatro de la tarde, Eduardo, no olvides llevar la acreditación o no te dejarán entrar a la sala del aeropuerto”. Dos güisquis bastaron para que Jimena comenzara a hacer su trabajo: dejó la bolsa en el sillón, se arregló el cabello, encendió la luz de la cocina para luego caminar por el pasillo hasta entrar al estudio. “¿Es aquíí?”, preguntó con una mirada cómplice. Asentí con la cabeza mientras encendía un cigarrillo. Después fui tras ella. “Muéstrame lo que tienes”, dijo mientras la miraba acomodar una pequeña silla cerca del restirador. Al tiempo que deshacía el nudo de mi corbata me acerqué con los planos en la mano. Pude percibir su aroma, su perfume fino que se confundía con el humo del cigarro.

Y comenzó. Terminó el trabajo al alba y yo exhausto por darle tantas indicaciones, por tantos movimientos que Jimena hizo sobre el restirador. Ofrecí llevarla a su casa pero se negó. “Dame el dinero”, sentenció mientras se arreglaba el cabello otra vez. “Me iré en taxi” y no se despidió, sólo cerró la puerta de la entrada con cuidado. Dormiré unas horas. Iré luego al trabajo, a la hora de la comida por mi esposa. No sentiré remordimientos cuando esté con ella, a pesar de que lleve en la bolsa de la camisa la tarjeta de Jimena, de esa arquitecta que salvó mi noche, esa noche, y mi esposa y mi jefe jamás sabrán que el proyecto es tan ajeno a mi como la idea de llevar a otra mujer a mi casa.

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