domingo, abril 26, 2009

Al borde...

David Chávez
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Debí haberme duchado. Todavía tengo sueño en los brazos y cansancio en los ojos. Mis pies ya no pestañean y aún así continúo caminando este domingo por la tarde. El tintineo del piano cae a plomo como los acordes del sol. Suspiro y exhalo. El aire se confunde con el aire, como si el suspiro de repente fuera un pequeño avión de papel que serpentea un poco y cae como aguijón en la banqueta. Una gota de sudor se despeña desde mi frente, intenta sujetarse de mi mentón. No lo consigue y cae. Su cuerpo queda inerte como un * sobre mi zapato. Me detengo y la miro. Pienso en algún motivo para que haya hecho eso. Quizá fue un accidente.



Miro hacia ambos lados, al frente y atrás. La calle está sola. Pocos vehículos circulan. La sensación de frío que provoca la sudoración me invade. Me recuesto en el piso, boca abajo, mirando el suelo a detalle, con los pies pegados a la pared de una casa y las manos que alcanzan el borde de la banqueta. Miro fijamente un punto en la calle, cerca de mí. Aparece el vértigo y algunas letras, como hormigas, se meten en mi cabeza hasta formar la palabra cornisa. Siento el calor del suelo. Me levanto lentamente, sin perder de vista el punto que miro en la calle, y conservo la sensación de vértigo. Mucho más lento recojo la vista, la arrastro por el suelo y miro ahora, siempre fijamente, el lugar en que banqueta y calle se unen.

Siempre lentamente llevo mis manos a los bolsillos del pantalón. De uno saco el encendedor, del otro los cigarrillos. Enciendo uno. Sin dejar de mirar ese punto allá abajo, que ahora parece tan lejano, noto que dos gotas más de sudor se arrojan al vacío. ¿Y si en realidad la calle no estuviera tan cerca?, pienso. Mientras sigo mirando me concentro y repito mentalmente la palabra cornisa, cornisa, cornisa, cornisa, cornisa, cornisa, cornisa, cornisa, c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a , c o r n i s a . . . hasta que logro materializarla, verla.

Pongo el pie izquierdo en la letra ese, el derecho en la letra a. Podría saltar y salir de dudas, pero temo que la altura sea distinta a la que percibo. Exhalo el humo del cigarro y se confunde con el aire, como si de repente fuera una pequeña nube mecida por el aire como la que acaba de dejar caer su sombra en la banqueta. Tengo nubes dentro, pienso. Soy una nube, me digo, por eso veo todo a la distancia, tan lejano, yo tan en las alturas, y el vértigo se hace más intenso. El sol desaparece por un momento. La sombra me cubre. El cambio de temperatura hace que los vellos de mis brazos sacudan un poco del sueño que hay en ellos. Debí haberme duchado. Lentamente me pongo en cuclillas. Aparece el sol. De a poco, y siempre lentamente, apoyo mis manos en el borde de la banqueta. Me siento. Estiro las piernas. Muevo los pies y choco las puntas del uno con el otro. El cloc cloc marca su lento parpadeo. Despojo al cigarro de la ceniza, que se dispersa y cae entre mis piernas, que son como el cuerpo del suicida que muere colgado y pende sin auxilio, buscando el vacío.

Me levanto. Y para hacerlo apoyo mis manos en el borde de la palabra cornisa. Pongo mis pies nuevamente sobre la ese, sobre la a. Alzo la vista y miro hacia adelante. La acera del frente se asemeja a la orilla de un río que no quiero ni estoy dispuesto a cruzar. Mejor regreso, me digo. Debí haberme duchado, pienso. Le doy una última fumada al cigarro a medio consumir y lo arrojo al caudal en el que imagino se ha convertido la calle. Exhalo el humo del cigarrillo y le doy la espalda a la calle. Mientras camino, de regreso a casa, el humo se confunde con el aire, como si de repente fuera yo una pequeña locomotora que funciona con carbón, con herrumbe en su armadura, y avanzo lentalentamente. Mis pies dejan de parpadear y simulan el chucuchú cuando los arrastro, trazando una vía imaginaria...


Concepción, Chile. 26 de abril de 2009.

2 comentarios:

Tetera Sádica dijo...

Lo de cornisa tanto es como tanto un tanto de tanto abuso no?

deivid dijo...

no. es para desintegrar la palabra... eso si se lee completa y tal y como está, medio huidobriano el asunto, altazoriano, eso si se lee porque muchos la ven y se la saltan y entonces el efecto no se logra.