viernes, diciembre 11, 2009

Circunscripciones

daivd chávez
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Abro la puerta del baño. Recibo el pequeño envoltorio con cocaína. Lo abro. Distribuyo el polvo en un par de líneas con una tarjeta de crédito. Me acerco al borde del lavamanos. Lo aspiro por la nariz. Repito la operación. Me lavo la cara. Me miro en el espejo. A mis espaldas, escucho que alguien se pedorrea. Alguien intenta vomitar. La tos es fuerte y nada. No vomita. Imagino ese par de escenas, al par de tipos que están dentro. Tres golpes cortos a la puerta: la señal de que alguien más entrará al baño. Mojo un poco mi cabello. Me miro fijamente en el espejo y comienzo a pensar si realmente Dios lo ve todo, si inhalará cocaína, si puede ver al par de imbéciles intentando cagar, intentando vomitar.
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Me sonrío. Saludo al tipo que entra. Abre su envoltorio, arma un par de líneas e ihnala. Gracias, le digo, cuando me invita un poco. ¿Usted cree en Dios?, le pregunto. A veces, me responde. Dios está en todas partes, le digo. ¿Ah sí?, me pregunta, mientras saca un cigarrillo e intenta encenderlo. Dicen que puede verlo todo, le digo. Cierto, eso dicen, me dice. ¿Usted lo cree?, me pregunta. Es probable, le digo. Quizá Dios sea un ingeniero o un tipo muy listo, tan listo que para saber lo que hacemos convirtió los televisores en sus ojos. Tenga cuidado. Ese televisor por donde transmiten las películas porno o las novelas o las noticias, ese que tiene usted en su habitación, quizá sea una rendija por donde Dios lo ve coger, comer, dormir, le digo. Puede ser, me dice, puede ser, me dice. Un zumbido cruza por mi cabeza. Bien, es hora, le digo, y me dirijo a la salida…
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(texto para concurso de minificción Las Historias, alberto chimal -24 de abril de 2009-)

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