lunes, abril 19, 2010

recordatorio

david chávez



De lo que se trata -me dijo Darwin en un suspiro- es de que la ola te revuelque lo menos posible... y salir bien parado de ello, y ser capaz de seguir adelante, aunque el agua salada te haga vomitar, aunque el esfuerzo te haya dejado cansado, aunque dejes de lado el tratamiento para la gastritis, aunque sigas fumando, aunque sigas bebiendo, aunque los amigos estén lejos y cerca.

Aunque te ardan los ojos -parecía decirme con su mirada canina- hay que seguir. Seguir escribiendo. Ladró. Que la prisa te motive, que la furia te impulse. Que el dinero vaya y venga, que lo que quieres no se te olvide. Que escribas. Que vivas. Que escribas. Me lamió la mano, bostezó como bostezan los perros, meneó un poco la cola y se largó a dormir sobre el sillón. Yo apuré el último trago de la cerveza rubia que estaba bebiendo -aún fría-, aplasté el cigarrillo a la mitad en el cenicero, apagué las luces y a tientas caminé hacia mi habitación. De camino recorrí con los dedos el pelaje de Darwin. Gruñó. Abrí la puerta, busqué en la oscuridad mi pequeña libreta de apuntes y con la luz del celular anoté: debo escribir más. Me saqué las botas y me tiré en la cama. A veces hay que pisar fuerte, murmuré. Fue lo último que recuerdo antes de quedarme dormido.

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