miércoles, junio 23, 2010

deivis&cheves 15

david chávez



Deivis&cheves queda a siete cuadras del centro histórico de la ciudad. Era una antigua casa, para ahorrarnos palabras en la descripción. Acaso medirá ocho o diez metros de frente por dieciséis de fondo. El diseño, es decir, la casa, conforma una U cuadrada, como una herradura cuadrada. Fue de las pocas casas que sobrevivió al terremoto de 2003. Al entrar, pasando el recibidor, a mano derecha, está "el cuartito del amor" -como bautizamos una habitación en la que bien caben seis mesas para cuatro personas- tiene tres mesas en cada esquina. Intimidad segura.

Luego viene lo que pudo haber sido la sala. Una habitación más espaciosa con grandes ventanales. Está dividida en cuatro áreas. En las dos primeras hay catorce mesas, siete por costado, y una rockola. Luego está la barra y un pequeño baño que ocupan una cuarta parte del pasillo que comunica a lo que parecía ser el comedor: grandes paredes, techo alto, de teja roja, vigas de madera de palma y siete ventanas alternadas en altas y cortas que parecen arcos cuadrados. Vaya contradicción. En cada pilar ellas Damiana colgó varios cuadros, algunos pintados por su madre, y tres o cuatro fotografías enmarcadas que Shilospiu trajo.

Ahí la casa "corta", es decir, comienza el tramo corto. Ahí están los baños, la cocina y otras dos habitaciones. Una de ella es la oficina, la más pequeña es la bodega. Al centro de la "herradura", de la "U cuadrada" hay una pileta rodeada de pasto y a un lado suyo hay un árbol de plátano. Luego viene el otro tramo, uno largo, un pasillo techado, en forma de portal, que da a la cochera/estacionamiento. Ese pasillo cruza la terraza, que se funde con el jardincito del centro, donde está la pileta. Lo primero que hicimos cuando pudimos disponer de la casa fue anexarle la terraza, que antes fue una pequeña habitación destinada a guardar cacharros. Un par de muros derruidos, a punto de colapsar tras el sismo, hicieron mayor espacio y nos dejó a todos contentos. Casi nadie la usa, así que digamos que es nuestro lugar de reunión.

El material de la casa es de adobe. Fresca y térmica, según la estación del año. Shilospiu suelta Gave up, de NIN con Marilyn Manson. Hay voces. Alguien discute. Cheves y yo entramos. Serrano le pide a un cliente amablemente que se retire. El tipo golpea la mesa. Está emputadísimo. Alza la voz. El resto de los clientes hace silencio, miran la escena, temen que empiecen los chingadazos, que alguien saque un arma y dispare. Todo el mundo tiene demasiada fresco el recuerdo de la balacera en días pasados. Vamos. No, le digo. Déjalos solos. Cheves y yo observamos desde la barra. Bil se asoma. Serrano extiende la mano, como si fuera a despedirse del cliente. Se confirma el saludo. Ambos se dirigen a la puerta. Los tipos que estaban con él en la mesa avanzan después, acompañados por Damiana. Los cinco clientes, Serrano y Damiana siguen hablando afuera del cuartito del amor. Avanzan lentamente hasta el recibidor. Siguen discutiendo. Serrano no suelta la mano del tipo. Sus acompañantes miran. Uno de ellos saca un cigarrillo y Damiana se lo enciende. El tipo se lleva una mano dentro de la chaqueta sin soltar a Serrano. Parece que sacará un arma. Vamos. No, repito. Las manos caen a los costados. Es la billetera, quiere pagar. Serrano le pide a Damiana que se acerque. Algo hablan entre los tres, luego camina a la barra. Está pálida. Dame tres güisquis, rápido, me dice. Se los entrego mientras enciende el cigarrillo que David le da. Gracias, dice, y regresa con Serrano, quien les da los trago y los despide, sonriendo.

Damiana y Serrano regresan. ¿Y, qué pasó? Nada, el tipo se estaba pasando con Damiana. Cuando les llevó el primer corte de caja se molestaron, pensaron que los estaba corriendo, así que se les explicó que después de cierto consumo se entrega una cuenta parcial a pagar, para evitar problemas. Esta fue la tercera. El tipo se puso bravucón. Ya estaban borrachos. Quiso manosear a Damiana y ahí entré yo. Primero empezó con que no sabía con quién estaba tratando, que si él quería este lugar mañana no amanecía. Le expliqué las cosas. Dejé que se desahogara. ¿Y los otros? Sus compinches. En realidad es un matón. ¿Y tú de dónde lo conoces? Estudiamos juntos en la primaria. No se acordaba de mí. Cuando le conté quién era, cómo nos conocimos reaccionó y se disculpó. Entonces fue cuando le pedí a Damiana que viniera por los güisquis, para brindar por eso. ¿Entonces todo bien? Sí, tranquilos. No pasa nada.

Damiana estaba roja de la vergüenza. No sé cómo agradecértelo, güey, de verdad. No es nada, sólo deja de coquetear con los clientes. Eres un pendejo. Jajajeamos todos. De nada, contestó, y encendió un cigarrillo. David le dio seis palmadas en la espalda. Yo lo vi sonreír.


concepción, chile. 23 de junio de 2010.

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