lunes, julio 05, 2010

deivis&cheves 22

david chávez

Vamos para allá. ¿Qué pasó? Detuvieron a Serrano. ¿A Serrano? ¡No chingues, pero! Nada, voy a verlo. Se viene Damiana conmigo. Shilospiu, a caja, los demás roten mientras regresamos. Va. Salen. Atendemos como podemos. Rotamos las áreas, el bar, Bil sale de vez en cuando a ayudarnos. Shilospiu no se da abasto. Regresan una hora después. Todo bien. Renata, Damiana, Cheves, Serrano y Bil se juntan en la terraza en un momento de calma. ¿Y, qué pasó? Problemas con los conductores. ¿Y eso? Salí de casa, caminé al paradero. Cuando llegó el camión subieron algunos chicos. Antes que yo subió un anciano. Luego subí yo. El conductor se molestó porque el tipo pagó con credencial para que le hicieran el descuento como se lo hacen a los de la tercera edad. Los chicos seguro también pagaron con credencial de estudiante. Eso debió molestarlo. Discutió un poco, le dijo al viejo que intentara caminar para que no perdiera la costumbre, para que rejuveneciera un poco. Luego pagué yo.

Ja, sólo eso faltaba. ¿Qué cosa? Le pagué con un billete mediano, no traía monedas. ¿Disculpe?, le pregunté. No alcancé a oírlo. Era falso, pero quería quitarle esa puta actitud. Carajo, si no te gusta entonces no lo hagas. Nada, que no tengo cambio, me respondió. ¿Tiene monedas? Si tuviera, créame que se las daría para no echarle a perder su día. Ja, dijo. Simpático el amigo. ¿Perdón? Nada, le doy su cambio más adelante, cuando tenga para darle el vuelto. Disculpe que me meta en lo que no me importa y que le diga lo que usted, supongo, sabe hacer mejor, que es su trabajo, pero alcanzo a ver que tiene monedas suficientes para darme el cambio. Mire amigo, es problema mío. Señor, yo creo que usted es el que está haciéndome el problema: ¿qué tal que se me ocurra bajarme en la siguiente esquina?, ¿va a tener para entonces monedas para el vuelto? Mire, ya le dije que no tengo, mejor siéntese.

El viejo y los chicos seguían de cerca el pleito. Había cuatro o cinco señoras más, dos mujeres jóvenes y tres cincuentones. El camión no avanzaba. Algunos comenzaron a impacientarse. Arranque, hombre, déle el cambio, siéntese y espere, déjelo: pinches choferes hacen lo que quieren, que ponga en su lugar a ese maleducado que maneja, a mí no respetó el descuento, ya déle el vuelto pinche viejete codo, falta que nos cobre a todos otra vez por culpa del tipo ese, no, pero tiene razón: es su obligación tener cambio para dar el vuelto, ¿se va a sentar o no?, ¿me va a dar el vuelto o no? Ya le dije que se siente y que se lo doy cuando tenga monedas, pues con todo respeto yo creo que se está quedando ciego mi amigo porque yo ahí veo suficientes, siéntese, no me desespere, haga bien su trabajo, mire estoy comenzando a enojarme, pues es cosa suya señor yo le estoy pidiendo la parte que me falta y yo le digo que donde no se siente me va a hacer encabronar. Cosa suya, deme el cambio. El tipo puso el freno y se levantó a encararme. Varios hombres se levantaron oiga no tranquilos qué pasó no es para tanto mientras las mujeres cuchilleaban e intentaban azuzarme rómpale su madre para que aprenda, pinche viejo mamón, algunos estudiantes grababan la escena -lo estaban haciendo desde que el tipo comenzó a decirles cosas por el asunto del descuento- y yo intentaba calmar al hombre.

Eso mismo voy a hacer. ¿Quiere su dinero?, tome, aquí está, me dijo, y dejó caer un puñado de monedas. Miré el dinero tirado, luego, mientras fingía una comezón repentina en la cabeza conté discretamente cuántos pasajeros éramos. Mire, le dije, si el dinero es su problema lo será el suyo, no me venga con que a usted le sobra, déjeme hablar, ¿para decirme muerto de hambre, va a venirme con sus pendejadas de amor y paz?, ¿usted sabe cuántas putas horas me parto la madre conduciendo esta mierda? Los cincuentones hacían llamadas, dos mujeres también. Los chicos seguían grabando. No es asunto mío, le dije. ¿Entonces para qué le hace tanto a la mamada, no puede sentarse, callarse el hocico y esperar a que le dé su vuelto? Le voy a pedir que no alce la voz. Lo escucho perfectamente. No me venga con mamadas, me digo. Uh, yo ya le hubiera partido su madre, afortunadamente no eres yo, Renata. ¿Y? Iba a sacar la billetera, una patrulla de Tránsito municipal hizo sonar la sirena, brevemente, el tipo pensó que yo lo iba a golpear y me empujó. ¿Y ahí le soltaste un madrazo? No, pero ganas no me faltaron. Saqué cuentas. Éramos quince o dieciséis personas. Cada pasaje cuesta seis pesos. Noventa, noventa y seis pesos en total contando los pasajes completos de todos. Saqué la billetera y de ella un billete de doscientos pesos.

No. No me digas que. Sí. Cóbrese, le dije. ¿Qué? Que se cobre. ¿Que me cobre qué cosa? Los pasajes. ¿Cuáles? Los de todos. ¿Qué, estás pendejo o qué mierda? No, le estoy pagando los pasajes de todos. Los pasajeros se quedaron mudos. NAdie se esperaa que le fuera a salir con esa al conductor, y él menos. Cóbrese. Son noventa, noventa y seis pesos en total contando los pasajes completos de todos. Quédese con el cambio, usted insiste en que no tiene, pero no siga haciendo estas mamadas, no me quiera ver la cara de pendejo diciéndome que no tiene para darme el vuelto ni ofendiendo así a la gente, menos a las mujeres. ¿Qué, quién te crees que eres, pendejo? A mí no me vas a decir qué hacer o que no. Yo no, señor, pero un día habrá quién se lo demuestre. Yo encantado le rompería el hocico -sí, pártele su madre, dale sus putazos, que aprenda ese hijo de su perra madre- pero veo que todo es por el dinero. ¿Lo quiere? Tómelo. ¿Para qué putas se desgasta haciendo esos robos pequeños, robándose uno, dos pesos, y ofendiendo a la gente? Si no le gusta no lo haga. Si no le gusta su trabajo no maneje. Tan fácil. Otro en mí lugar, permítame que se lo diga, ya lo hubiera hecho mierda a golpes. Tenga, tome el billete. Quédese con el cambio o dígame si necesita más.

El tipo me miró a los ojos, luego volteó a ver a los pasajeros, tomó el billete y se echó para atrás. El agente de Tránsito subió al camión. Preguntó qué estaba pasando. El conductor dijo que yo me había querido subir sin pagar el pasaje. Todos los pasajeros protestaron. El oficial dijo que todo se arreglaría en la Delegación, y hasta allá nos escoltó. No dejaron que nadie se fuera hasta que se aclarara el asunto. Ahí fue cuando llamé. Sí, cuando llegamos estaban a punto de linchar al conductor. El juez nos dejó ir a todos, infraccionaron al chofer. Una mujer le escupió el rostro antes de irse. Pinche puerco, le dijo. El viejo que había subido antes que yo le pasó un pañuelo desechable. Luego lo acompañé a la puerta. En eso llegaron Damiana y Cheves. Fuimos a llevarlo a donde nos dijo, acá al centro y de ahí nos vinimos para acá. Y eso fue lo que pasó. Salud y a trabajar entonces, les digo, y todos palmean a Serrano en la espalda. Bueno, yo también lo hubiera escupido, dice Renata. Sonreímos. Sabemos que es capaz de mucho más.

Concepción, Chile. 5 de julio de 2010

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