lunes, julio 12, 2010

deivis&cheves 26

david chávez



Pinche calor. ¿Escuchas? ¿Qué cosa? La lluvia. Serrano me extiende la cajetilla de cigarros. Esta ciudad era tranquila. ¿Era? Sí. Mira, sin quejarme, ¿recuerdas cuando niño cuánto tiempo podías jugar afuera, en la calle? Los únicos peligros que había eran ser atropellado, salir con un raspón o que el balón rompiera el vidrio de alguna ventana o de un auto, pero eso rara vez sucedía: con tanto calor ¿quién iba a mantener las ventanas cerradas? Es cierto. Por eso regresé. Es bueno regresar. No siempre. Bueno, depende del que se va y del que se queda. PAra ninguno es igual. Cierto.

Ahí está. Un bash generalizado invade el ambiente. Shilospiu llega justo a tiempo, sino, nuevamente se habría mojado. Renata y Damiana lavan la loza. Cheves estaciona su auto. Bil limpia las sillas. Este olor me gusta, también es raro encontrarlo en otro lugar. Dicen que uno huele al lugar donde ha nacido, que a los dieciocho año uno comienza a oler, a tener el olor de la tierra donde ha vivido todos esos años. ¿Y los que han viajado durante ese tiempo? Es fácil: ¿recuerdas que el tipo de la novela El perfume no tenía olor, es decir, su cuerpo no olía a nada? Sí. Bueno, dicen que cada tierra tiene su "humor", así que cuando uno viaja, cuando no está por mucho tiempo en cada lugar, digamos que es como si revolviera esos "humores", esos olores.

¿Recuerdas que en la película, la adaptación de El perfume, ni los perros, ni los gatos, ningún animal se alteraba, le ladraba o hacía algo cuando el protagonista pasaba por un lado de ellos, aaún en las noches? Sí. Bueno, con los que viajan debe pasar igual: los vemos pero muy pocos dejan marca, de muy pocos nos acordamos, si acaso vagamente, a menos que cierto "olor", cierto "humor suyo haya quedado con nosotros en alguna cosa que hayan hecho para dejar una especie de huella en nosotros. Fuma. El humo se confunde con el agua. Las risas, el olor a tierra mojada, a colonia homo mossimo de hace tres días en el cuerpo de alguno de los clientes que entra a resguardarse de la lluvia, a buscar un lugar tranquilo para beber, se confunde y me abofetea despacio.

Pienso en todo lo que ha debido pasar para que estemos todos acá. Siento que deivis&cheves es un peñón donde revientan las olas, las nuestras, las de los clientes, cada cliente una ola que deposita incluso un poco de arena. ¿De cuántos clientes te acuerdas?, pregunto. Serrano sonríe. No mames, David, ¿qué pinches preguntas son esas? En serio, ¿de cuántos te acuerdas? De pocos, en realidad de muy pocos. Si los cuento con una mano me sobran dedos. Los clientes son como el "humor" del bar. Definitivamente. Renata atiende al cliente recién llegado. La sigo con la vista. Regresa, prepara un trago y vuelve con él a la mesa. Bil y Damiana caminan hacia nosotros. Cheves, antes de hacer lo mismo, reta en voz alta a Shilospiu a que ponga algo "infantil" pero "moderno". Shilospiu pone Alley Cat, de Bent Fabric.

Ah, no mames, ¡pinche Shilospiu!, ¡es la canción del carrito de las nieves y paletas! Jajajeamos todos. Shilospiu, al fondo, sonríe y bebe un ron que Renata le llevó minutos antes. Me acaba de regresar veinte años atrás, comenta Cheves. Salud por eso. Todos brindamos.

Concepción, Chile. 12 de julio de 2010.

No hay comentarios.: