miércoles, julio 14, 2010

deivis&cheves 28

david chávez


Conocí a Cheves hará cosa de quince años. Un tiempo, por sus estudios, los míos, sus viajes, mis otros asuntos, mis letras, lecturas, los negocios de su padre no supimos mucho el uno del otro. Hasta hace cinco años cuando ambos regresamos. TArdamos casi un año en ponernos al tanto de la vida de cada cual, y todavía seguimos haciéndolo. Es como si intentáramos recuperar el tiempo perdido. Es como un hermano. Es un año mayor que yo. Antes vivía a la vuelta de la calle donde quedaba mi casa, era vecino de Fabiola y Enrique, los hijos del trailero. Digo vivía, quedaba porque ahora vive en otra parte y yo ya no vivo con mis padres.

Estuvo a punto de casarse hasta que empezó a hacerse cargo de los negocios del papá. Su hermano menor no tendía ni a edad ni la experiencia. Ahí se chingó todo. Decidieron que no era tiempo y lo dejaron para después. Luego Cheves conoció a SAra y el stand by, el modo hibernación de la relación quedó en un off, apagado definitivo, hasta que pasó lo mismo o casi lo mismo con Sara. Ahora está intentando dejar eso atrás.

La idea de abrir el bar, una vez que Damiana, Serrano y Shilospiu regresaron a Colima, de que nosotros mismos regresamos a Colima, era retomar, revivir, recuperar nuestro lugar no tanto en una ciudad que conocemos, que nos conoce hasta la punta de las uñas, sino entre y con los amigos que dejamos, que se quedaron. DE alguna forma, era como aportar, traer con nosotros un pedacito del lugar, del mejor lugar en el que estuvimos, en el que vivimos fuera de COlima. Cheves se encargó de hablar con los demás y así, entre todos, darle forma al bar. DE alguna forma sería como tener otra casa fuera de casa, de vernos, de convivir un poco.

Algo que nos uniformó, que evitó broncas, problemas y discusiones serias era que de alguna forma todos tenemos gustos similares. Como si fuéramos parte de una misma persona, dijo una vez Serrano. Estás cabrón, eso mismo pienso. Todos estuvimos de acuerdo. Hasta Bil, que se sumó más tarde. En el ir y venir y planear y limpiar y conseguir y poner, quitar, mover, sacudir, comprar, pagar, beber, fumar, comer, idear, salir, ir a la playa, el río, el rancho de la familia de REnata nos fuimos conociendo más a detalle. Y aquí estamos, me dice Damiana, palméandome la espalda. Aquí estamos, contesto. Podríamos ir a la playa hoy otra vez. Sería bueno. ¿Cómo anda Cheves? Bien, ¿y Sara? Ha estado intentando comunicarse con él. El otro día Cheves me pasó su celular. ¡No chingues!, ¿para qué? Quería que yo le contestara. ¿Y? Le dije que Cheves no estaba, habló un poco conmigo, colgó, llamó de nuevo: así estuvimos casi toda la noche. Entiendo... entiendo y no, es que es complicado: ¿por qué se zafó si después se iba a arrepentir? Ninguno de los dos está arrepentido. ¿Ah, no? No. Pinche Cheves, no me ha tenido al tanto. Eso parece.


David camina hacia nosotros. ¿Playa? PArecen ser uno mismo. Me adivinaste el pensamiento. Se abrazan. Y te tengo noticias. Damiana voltea a verme, luego mira a Cheves y palmotea como una niña pequeña y emocionada. Tocayo, diles yo les digo, yo les digo yo les digo a los demás: heeeeeeeeeey, todos, salgan: Bil se asoma, Serrano acomoda a una pareja que acaba de llegar en el Cuartito del Amor y sale inmediatamente, Renata sirve tres comandas y Shilospiu baja un poco el volumen de la música: ¡playita hoy! Varios clientes, los más jóvenes, celebran como nosotros. Aplaudimos. A la playa, pinche tocayo, me dice. Sonrío. Renata también sonríe conmigo. Marco Antonio Solís, invocado por Shilospiu, canta Cómo fui a enamorarme de ti si yo sabía que no era bueno. Cuando en tus ojos me vi supe que ya no era yo de mi alma dueño. Cómo fui a enamorarme de ti si envejecido estoy de pena. Cómo fue que te encontré justo cuando me libré de mil cadenas.



Concepción, Chile. 14 de julio de 2010

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